Por Sergio Cedeño Amador

El jícaro o morro (Crescentia alata), de la misma familia Bignoneacea de nuestro mate (Crescencia cujete), fue un árbol sagrado para los mayas del sur de México y Centroamérica.

En el Popol Vuh, el libro sagrado considerado la “biblia de los mayas”, se lo menciona cuando narra que los héroes gemelos Vucub-Hunahpú y Hun-Hunahpú fueron sacrificados por los señores de Xibalba en el inframundo subterráneo de los mayas, regido por las divinidades de las enfermedades y de la muerte y ubicado en Alta Verapaz, Guatemala. Luego, la cabeza de Hun-Hunahpú fue colgada de un árbol estéril de jícaro que en ese momento se llenó de frutos y hasta hoy estos representan el cráneo de Hun-Hunahpú.

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El jícaro es originario de las zonas semidesérticas y arcillosas especialmente de El Salvador, Honduras y Nicaragua, donde crece naturalmente y se ven kilómetros de “infinitos jicarales”, habiendo en esas zonas muchos pueblos y caseríos con su nombre. En Ecuador es muy raro verlos y existen algunos árboles en la Hacienda Cañas, en Naranjal.

Las grandes y hermosas flores del jícaro son polinizadas en la noche por los murciélagos. Foto: Shutterstock

A diferencia del mate, muy común en nuestro país, cuyo fruto es enorme y se adapta más a zonas húmedas, el fruto del jícaro es pequeño. Mide hasta 15 cm de diámetro y crece en forma de balas de cañón.

Sus grandes y hermosas flores son polinizadas en la noche por los murciélagos que se alimentan de su polen. Su fruto está muy ligado a la cultura y al folklore de esas zonas donde su pulpa y semillas son utilizadas para la alimentación del ganado por su contenido de proteínas, carbohidratos y minerales, y la cáscara se aprovecha para un sinnúmero de artesanías, como vasos, cucharas, maracas, huacales, entre otras.

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Se dice que las vacas cuando comen pulpa de jícaro producen mucha más leche por día y los caballos con hambre rompen los jícaros con sus cascos para comer su deliciosa pulpa.

Es muy común también en Centroamérica la horchata de jícaro, una bebida hecha con las semillas del fruto y a la que se le agregan además arroz y azúcar. Un jarabe hecho artesanalmente con las semillas es santo remedio para la tos y el asma.

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Mate o Crescencia cujete.

En las empobrecidas zonas semidesérticas de esos países, las mujeres recolectan los jícaros para luego extraer y vender la pulpa y las semillas, así obtienen un ingreso para sus familias.

Hace pocos años recorriendo la bella Nicaragua, me llamaron la atención los millones de árboles silvestres de jícaro en la zona de El Jicaral. Allí recogí unas pocas semillas de este bello y sagrado árbol

En la Hacienda Cañas hay uno de estos árboles que visité expresamente para decirle que se sienta orgulloso de ser el único jícaro en el Ecuador, salvo que alguien me diga lo contrario. Creo que pronto tendrá muchos hermanos ya que la cosecha será excelente.

Nota: No debemos, pues, confundir las dos especies a pesar de ser de la misma familia. Crescentia cujete (mate de fruto enorme) y Crescentia alata (jícaro de fruto pequeño).

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