Actividades como la expansión de la agricultura, la tala de madera, el desvío de agua para irrigación, la ganadería se han acelerado más de lo previsto en toda la cuenca amazónica que se extiende por Bolivia, Brasil, Colombia, Ecuador, Guyana, Perú, Surinam y Venezuela.

Esto está provocando que las zonas deforestadas ya no absorban carbono, sino que lo liberen. A este fenómeno se lo conoce como degradación forestal. Si bien la degradación también se puede dar por factores naturales, hay actividades antrópicas dentro de la Amazonía.

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Un artículo científico publicado en la revista Science revela esa situación y la aceleración de la degradación. “El énfasis del artículo es ver esos cambios que se han dado en la cuenca y cómo se han generado a una velocidad mucho más rápida y por eso enormes regiones, en especial de los bosques tropicales, están deforestados con tasas altísimas”, dice Juan Manuel Guayasamín, quien participó de la publicación del artículo.

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El experto indica que la política extractivista impulsada por Jair Bolsonaro, expresidente de Brasil, es uno de los motivos de la aceleración en la cuenca amazónica. Sin embargo, Ecuador, Perú y Colombia, aunque no tienen la misma extensión de la cuenca brasileña, también tienen una gran influencia en el daño de la Amazonía.

De hecho, al tener la cordillera de los Andes, que provee a los ríos que confluyen en la Amazonía, lo que hagan estos países en esta región es de suma importancia, agrega Guayasamín: “Esta transformación significa que estamos perdiendo muchísimas especies y también significa que todo este carbono que estaba atrapado en árboles con las quemas se libera. El carbono pasa de estar en el árbol a la atmósfera y esto contribuye de forma enorme al cambio climático global. Esto es gravísimo. Históricamente los bosques siempre han sido considerados como sumideros de carbono y ahora ciertas zonas ya no lo son”, afirma.

A un ritmo de 5 canchas de fútbol por hora, aproximadamente 31.000 hectáreas promedio por año, se deforestó, de forma brutal, la cuenca amazónica de Ecuador entre 2001 y 2020. El total de la deforestación en esta área asciende a más 623.510 hectáreas en 19 años, según un estudio reciente de MabBiomas y la Red Amazónica de Información Socioambiental Georreferenciada y Fundación EcoCiencia.

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Actualmente la cuenca amazónica está enfrentando la proliferación de la minería legal e ilegal. En Ecuador, el Gobierno ha declarado a los mineros ilegales como una “amenaza para el Estado”. Es que la actividad extractiva está dejando escenarios devastadores en provincias amazónicas como Napo.

Un reciente informe de EcoCiencia afirma que en la zona del río Punino, entre Napo y Orellana, la minería ilegal aumentó un en 578 %: “Esta grave situación ha resultado en la deforestación minera de 217 hectáreas (304 canchas de fútbol) en solo los últimos tres años”, dice la institución.

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La deforestación también afecta de forma grave la Amazonía en Ecuador. Foto: Cortesía Alejandro Arteaga

Guayasamín afirma que es evidente que en el país faltan controles estatales en lo que respecta a la minería: “Incluso en la parte de la minería ilegal. Se deben hacer controles, verificar si se está cumpliendo con los parámetros que se estipulan en las licencias”.

Además, afirma que dentro de lo que significa la conservación de la cuenca amazónica se necesitan diferentes acciones que, por lo general, obedecen a temas políticos: “Para bien o para mal América del Sur tiene un comportamiento muy pendular en cuanto a quienes elegimos como gobernantes. Hace un ratito estaba Lula (Da Silva), luego vino Bolsonaro y ahora otra vez Lula, entonces ese vaivén para cuestiones ambientales tiene repercusiones muy graves. En este sentido, necesitamos unos compromisos regionales a largo plazo para no quedar a merced de lo que piense una persona y lograr la conservación a largo plazo”.

El Amazonas está actualmente encaramado a una transición rápida de un paisaje mayormente boscoso a uno no boscoso, concluye el artículo de Science. Se añade que estos cambios están ocurriendo demasiado rápido para especies, pueblos y ecosistemas amazónicos para responder de forma adaptativa. “Necesitamos voluntad política y liderazgo para actuar sobre esta información. Fallarle al Amazonas es fallarle a la biosfera y no actuar bajo nuestro propio riesgo”, indica el artículo. (I)