Una expedición liderada por el biólogo Alejandro Arteaga, realizada en noviembre del 2021 en los bosques nublados con el fin de encontrar sapos que se creían extintos, estaba por terminar con un resultado negativo.

Sin embargo, cuando retornaban de uno de los recorridos de campo ingresaron a la localidad de Amaluza, en la provincia de Azuay, para comer.

Al escuchar los lugareños sobre la frustración de los científicos por no hallar a los anfibios, contaron a los recién llegados de las serpientes que veían cuando visitaban a sus familiares fallecidos sepultados en el cementerio de esta parroquia del cantón Sevilla de Oro.

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Tras la descripción, fueron al sitio y encontraron una de las tres especies nuevas de serpientes descubiertas (Atractus discovery) entre las tumbas.

“Encontramos dos de las serpientes enterradas en el suelo blando junto a las tumbas”, dice Arteaga, quien aclara que no se excavó ni se perturbó ninguna tumba durante la investigación, reporta la publicación de National Geographic.

Las otras dos fueron halladas junto a una iglesia de Guanazán, parroquia de Zaruma, en El Oro (Atractus michaelsabini), y bajo las piedras del huerto de la escuela de la localidad de El Chaco, en Napo, al pie del volcán El Reventador (Atractus zgap).

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“No sería inexacto decir que son el grupo de serpientes menos estudiado del planeta”, afirma Arteaga.

Esto se debe, en parte, a que las 146 especies de este tipo que se conocen viven bajo tierra, en profundas grietas de rocas, a menudo en remotos bosques nubosos. Todas son nativas de América Central y del Sur, indica el reporte de National Geographic.

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Las especies de este género pasan mucho tiempo bajo tierra y no se contaba con un registro científico en la zona sur del Ecuador.

A sus hábitats naturales se pueden sumar los creados por el hombre, como los cementerios de los pueblos y las iglesias.

Estas serpientes de tierra son inofensivas para los seres humanos. (I)