No se sorprenda si cuando vaya a cepillarse los dientes se encuentra con que Eduarda o Gonzalo (los loros de la isla) decidieron dormir en un rincón de su baño.

O si al atardecer un colorido tucán (Tuqui) golpea el vidrio de su búngalo porque desea curiosear en su equipaje y, quizás, tomar una siesta junto a usted mientras cae el sol en Corona Island.

Ambos fueron momentos reales (e inolvidables) que esta periodista experimentó durante sus seis días de estadía en ese destino turístico del archipiélago Islas del Rosario (Colombia), asentado a 45 minutos de Cartagena de Indias, cuyas instalaciones, paisaje, gastronomía y atención deslumbran a cualquier turista que llega con el compromiso de entregar algo más valioso que el dinero: su respeto por el ecosistema de ese territorio.

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La dinámica de Corona Island confirma esa promesa a cada minuto. Los coloridos pavos reales lo acompañarán en sus caminatas por los senderos, un juguetón papagayo probablemente busque descansar en su hombro o los traviesos monos tití quizás bajen a servirse un poquito de azúcar de la mesa del desayuno. La isla les pertenece y usted es su invitado.

La isla —a la que por ahora solo se accede por cortesía de la marca— solo tiene 2.400 metros cuadrados que, paso a paso, se vuelven rápidamente familiares al visitante.

En la isla existen 10 bungalós dobles para sus limitados huéspedes. Foto: Meche Chica, IG: @mechechica. Foto: Cortesía

Ya para el tercer día de estadía, esta reportera era capaz de cruzarla en pocos minutos de un extremo a otro, una de las primeras habilidades conseguidas con éxito por los autodenominados ‘islanders ecuatorianos’ (periodistas, fotógrafos y creadores de contenido) que del lunes 10 al sábado 15 de abril tuvimos el privilegio de hospedarnos en los diez búngalos. Hasta hoy, usted también tiene la posibilidad de ser invitado a esa experiencia –y convertirse en un isleño– participando en la promoción de la marca (más detalles en Instragram: corona_ecuador).

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Pero esto debe saber antes de pisar esa inspiradora ubicación.

La isla espera la mejor versión de usted

Si usted es respetuoso con la isla, la arena tibia acariciará sus pies mientras descansa en la orilla. Y, a pocos metros, la brisa marina lo despeinará sobre la plataforma de madera bautizada como Sun Club, un área abierta para ver en primera fila la caída del sol, donde también se sirve la cena y donde se baila champeta colombiana (si así le apetece).

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El turista que llega a Corona Island debe llegar dispuesto a hacer un turismo sostenible, responsable y a conectarse con la naturaleza. El wifi también está limitado a una sola área de la isla (el restaurante) y los televisores que se compraron y que estuvieron a punto de instalarse en los búngalos, fueron devueltos a tierra firme. ¿Quién desearía ver Netflix en una isla donde cada día puede disfrutarse del atardecer y el amanecer frente a un infinito mar turquesa?

“Claramente hay cosas que no son negociables. Somos muy estrictos con que se respete este paraíso natural, así como el buen trato a los animales. No tienen que gustarte, pero no tienes que irrespetarlos. Si te dan miedo, porque no estamos exentos de que eso pueda ocurrir, se puede pedir el apoyo del equipo, que sabrá cómo manejar la situación”, explica María Angélica Figueroa, global lead para Corona Island, quien durante nuestro tiempo en la isla nos acompañó durante una mañana.

El recorrido y la siembra de manglares es una de las actividades planeadas para los huéspedes. Foto: Andrea Gutiérrez (IG: @agutierrezgomez). Foto: Cortesía

Ese mismo día, al regresar de la experiencia de corales (snorkeling) —frente a la costa de Isla Grande—, también notamos la presencia de las representantes de Oceanic Global, institución que le otorgó a ese destino natural la Certificación Blue, como una zona libre de plástico de un solo uso (si lleva alguno, deben regresar con usted en la maleta).

Diversión responsable y enorme gratitud

Tras instalarse en la isla, las posibilidades de diversión lucen ilimitadas. Hay alimentos y bebidas –alcohólicas y no alcohólicas– constantemente a su disposición, y confíe en que el considerado y siempre atento staff sabrá el momento indicado para enviarle una abundante tabla de quesos o piqueos que tentaron hasta a Tuqui, el tucán que frente a mis ojos tomó una de mis miniempanadas en su gigantesco pico. En medio de esa alegría, el personal también tiene la potestad de suspender el consumo de alcohol a favor de una diversión responsable entre sus huéspedes.

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La belleza de la zona se conserva por el esfuerzo y convicción de los lugareños. Especialmente la comunidad de isla Grande, desde donde llega cada día el equipo de Corona Island, como Carlos Fernández A. (foto). “Nuestra isla nunca estuvo habitada, así que buscamos trabajar con ellos”, dice Figueroa. “Apoyamos su negocio de turismo sostenible, tienen un trabajo lindo y están comprometidos. Sienten y les duele todo lo vinculado a la naturaleza”. Foto: Andrea Gutiérrez (IG: @agutierrezgomez). Foto: Cortesía

Otro mandamiento que deberá seguir para portar con honor el título de ‘islander’ es mostrar consideración por los recursos naturales. Sí, su habitación tendrá un jacuzzi, pero se llenará bajo demanda el día que usted elija pues el agua para los huéspedes es traída desde Cartagena, por lo que se desaconseja un consumo absurdo de ese bien.

“Hay situaciones climáticas que no podemos controlar y que pueden afectar nuestra logística, pero por eso el equipo hace una revisión constante del uso de los recursos, tanto del agua como de la energía eléctrica (una parte se obtiene por paneles solares y otra mediante un generador)”, continúa Figueroa. “Solo así te sensibilizas del valor de los recursos y quizás decidas aprovechar el agua que sale desde que abres la ducha y no esperar a que se caliente”.

Las Islas Corales del Rosario constituyen un valioso conjunto submarino de ecosistemas de la más alta productividad y biodiversidad. Foto: Carlos Luna, IG: @carlosluna__ Foto: Cortesía

Si bien la posibilidad de que un turista pueda pagar por su estadía en Corona Island aún continúa en revisión por parte de la marca, estos mandamientos son igual de valiosos en cualquier playa, en la ciudad, en su hogar, porque –según entendimos durante esos días– todos los elementos y seres vivos están incuestionablemente conectados entre sí.

“Queremos que esta experiencia y que este mensaje llegue a muchas más personas, pero también queremos tener una experiencia que tenga la misma calidad y el mismo control frente a la sostenibilidad que mantenemos en el presente”, comenta. “Es un plan que estamos llevando con mucho cuidado para proteger lo lindo que ya hemos logrado y los estándares que hemos alcanzado, entonces no queremos apresurarnos y estamos trabajando para que este año pueda abrirse al público, pero aún no podría dar una fecha”.

Tuqui, el colorido e imponente Tucán que se divierte con la compañía de los huéspedes.

La magia de esos 6 días y 5 noches estrelladas

El tiempo que los ‘isleños’ ecuatorianos se quedaron en la isla tampoco fue negociable. La estadía fue diseñada por la marca (junto con varias actividades) para lograr una experiencia transformadora y llena de aprendizajes que se quedaron con nosotros al observar cómo un equipo de expertos nativos protege los corales y los manglares de la zona, algunos ya víctimas de la depredación del ser humano.

Esta agenda nos permite dar un mensaje completo. Primero ver los corales, los manglares y luego sumergirse en la vida marina. Y ese mensaje funciona cuando tienes esa cantidad de días y personas que se alinean con ese mismo espíritu”, explica Figueroa, quien anticipa que la meta es que las personas que lleguen a la isla costeando su viaje tengan acceso a recorridos similares (aunque probablemente con montos adicionales).

Foto: Meche Chica. IG: mechechica

“Sí, nuestro ideal sería vender paquetes de tres o cuatro noches que permitan que las personas puedan vivir todo eso, pero es algo en lo que aún estamos trabajando”, insiste.

Pero, aunque su paisaje lo deslumbrará, quizás la experiencia más memorable e inesperada será aquella que el universo agende personal y exclusivamente para usted y para quienes lo acompañen, pues las conexiones personales en medio de esos atardeceres y excursiones son invaluables, como si la isla susurrara y manifestara en todos su propio carácter alegre y seductor.

Ni siquiera hay necesidad de posar para las cámaras o forzar la risa para los videos.

El espíritu de la isla se manifestó cada día a través de nuestras interminables sonrisas, incluidas las de Carlos, Aníbal y Elsa, algunos de los gentiles miembros del staff. Y casi podría jurar que vi a Tuqui sonreír cuando tomó aquella empanada. No se sorprenda. Así es la sana alegría de Corona Island que se quedará para siempre con usted.