Dos palabras marcaron el debate político durante el 2019: democracia y diálogo.

Democracia, por ser este el año en que Ecuador recordó, en agosto, los 40 de su retorno a esa forma de gobierno luego de casi una década de dictaduras militares; y porque esta tambaleó, una vez más, en medio de las jornadas de protestas vividas en octubre.

En la prensa, universidades y ONG, hubo espacios para las reflexiones de actores políticos y sociales sobre los desafíos de nuestra democracia, afectada por las pugnas de poderes, la desinstitucionalización y la corrupción.

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Pero, meses después, el país atravesó un nuevo episodio de inestabilidad viendo a la dirigencia indígena pedir a las Fuerzas Armadas que le quiten el apoyo a Lenín Moreno, y a más grupos políticos y de delincuencia organizada avivando el caos para generar otra ruptura constitucional. Al final, el régimen no cayó, pero las protestas dejaron profundas heridas internas.

La otra palabra cobró fuerza en medio de esta coyuntura. Diálogo, que para unos ha sido un mecanismo para lograr acuerdos políticos y avances en ciertas políticas públicas desde hace 40 años y hasta la actualidad, pero que para otros nunca ha existido porque las decisiones se han tomado desde el poder, sin la gente.

El diálogo ha sido uno de los discursos ‘bandera’ del régimen, pero tuvo que repensarlo tras las protestas, una vez que se lo criticó por escuchar solo a sus afines.

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Hacia el futuro, la sociedad ecuatoriana debe estar dispuesta a llegar a consensos basados en un diálogo real que permita construir al fin una democracia sólida, con liderazgos que den respuestas a las demandas nacionales: la reactivación de la economía, la generación de empleo, la reducción de los índices de pobreza, la lucha anticorrupción...

Y en esa búsqueda de la estabilidad, la ciudadanía debe involucrarse con urgencia si tanto reclama en las redes sociales que los políticos no la representan.

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El 2020, año preelectoral, podría darle al país la oportunidad de abordar estos temas más allá de las ofertas de campaña. No podemos perder otros 40 años. (O)