Nota del Editor: El nombre del protagonista de esta noticia lo mantenemos en reserva por responsabilidad y respeto a su labor en beneficio de la sociedad en un momento en que la delincuencia es una amenaza permanente.


En sus 25 años como guardia de seguridad, Abel palpó las diferencias entre custodiar la propiedad privada antes y ahora.

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“Generalmente los pillos, en el pasado, más se enfocaban en el robo de bancos y joyería. En la actualidad se meten a todo, en el sicariato, en las vacunas (actos de extorsión), todo está más complicado, hay un mayor riesgo y esto va a seguir cogiendo fuerza”.

Durante su trabajo como custodio de bancos, un almacén de electrodomésticos, cafetería, casa comercial, entre otros locales, su vida ha corrido peligro.

‘Hoy es un buen día para matar, mas, no para morir’, en esto, en Dios y su familia pensó el policía del GIR que desactivó el chaleco bomba colocado a un guardia

Incluso reconoce que la tentación de enriquecerse con propuestas que implican participar en el delito es fuerte.

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“Me han ofrecido para que les ayude con información o me haga de la vista gorda. Incluso familiares de personas que trabajan en los locales me han prometido retribución a cambio de que les dé los horarios del movimiento del dinero. Me dicen que ellos eran asalariados como yo y que ahora ya no trabajan, los veo en carros. Que no les regale los pulmones a otro, pero a mí no me nace y les digo que está muy bien la propuesta, pero que no“.

Por una base de datos con la información de los clientes de los bancos y los saldos en sus cuentas pagan hasta 1.500 dólares, afirma. “El pago es dependiendo del número de clientes que tenga la cartera, diez mil o más, pero lo más importante es la honestidad de uno”.

‘No se sabe si algo pasó debajo de la tierra y una persona sigue viva, la última palabra la tiene Dios’, dice el rescatista Jorge Mora, el salvador de vidas entre los escombros

Abel nació en Esmeraldas, en la provincia del mismo nombre, donde trabajaba en la agricultura. A sus 18 años emigró a Guayaquil. “Realmente me gustó esta profesión desde que era joven y veía en la (avenida) 9 de Octubre a los guardias en las instituciones bancarias, los veía bien parados con su pistola, repetidora, pensé en hacer lo mismo, entonces apliqué, cada día iba viendo cosas diferentes, me gustó, y acá estoy”.

El pedido del presidente de la República Guillermo Lasso en el sentido de que los guardias de seguridad privada deben colaborar en el combate de la delincuencia en los alrededores de los lugares que custodian no es tan acertado, a su parecer.

‘No se puede obligar a que el guardia intervenga en un asalto que se da al frente del banco que custodia’

Los guardias no están acostumbrados a intervenir cuando observan un asalto o un acto delincuencial fuera del perímetro que está bajo su responsabilidad, reconoce.

Si metemos la mano en lo que no nos corresponde, los jefes nos reclaman. Nuestro compromiso y obligación es velar por los intereses donde estamos asignados, el que paga por el servicio; lo que sí podemos es informar de personas raras o si se escucha que tienen planeado hacer algo en los alrededores”.

La información debe divulgarse de forma discreta. “No falta alguien que te ve y dice este fue el ‘sapo’. Al presidente de la República, Guillermo Lasso, le digo que no es recomendable que nosotros intervengamos de manera directa, ya que para eso está creada la Policía Nacional. Muy diferente es apoyar y comunicar”, asegura.

Sin embargo, Abel, de 54 años de edad, ha actuado en situaciones que se han dado fuera del perímetro que custodia, como cuando dos hombres robaron un reloj a un vigilante de tránsito, en el centro de Guayaquil.

Ante el hecho, en segundos sacó el revólver y detuvo a uno de los responsables del robo, quien quería engañarlo diciendo que le habían robado. La policía se lo llevó, pero a los 40 minutos quedó libre.

‘65.336 guardias están operativos, pero hay los que cumplen este rol sin tener preparación, el peligro es que sean reclutados por las bandas’, dice Pablo Coello, director de Seguridad Privada del Ministerio del Interior

El reloj marcaba las 19:10, dice Abel, cuando el hombre que había ayudado a detener fue a buscarlo. “Lo reconocí por la camisa y a 50 metros me dice ‘guardia sapo ch... vas a ver lo que te va a pasar’. Ni dos veces, saqué el arma y le disparé siete veces, solo que siempre hay que saber disparar en la calle porque hay gente que se cruza y matas a un inocente. Traté de darle al cuerpo, pero los dos pillos se abrieron y se fueron, estábamos a distancia”.

Esa noche tocaba amanecida. Ante cualquier carro que se detenía el guardia sacaba su arma. “Fue difícil, tuve que permanecer más alerta, al día siguiente me movieron de ese punto”.

Hay menos compañías de seguridad privada con permiso oficial de operaciones: en medio de la demanda se contrata a conserjes como guardias que custodian urbanizaciones en Guayaquil

Uno de los peores momentos fue cuando trabajaba en una casa comercial de origen peruano, cuya oficina estaba en el centro de Guayaquil. “Por la confianza que tenían en mí me hacían llevar hasta 400.000 dólares al banco, pero antes hacía una cápsula visual”.

Esto último implica estudiar el área, lo que significa detectar un auto mal parqueado, personas en moto o en actitud sospechosa o extraña. El dinero lo trasladaba hasta el banco, un tramo de media cuadra.

“Siempre utilizaba estrategias, metía el dinero en un cartón como que de pronto llevaba un televisor, luego en una maleta con el fin de despistar. Tenía la autorización de los jefes de caja del banco de no hacer fila, me recibían el dinero en la puerta de ingreso a la bóveda y luego iba a la ventanilla para verificar el conteo”.

Cuando un día llevaba 300.000 dólares observó a dos personas haciendo guardia en el tramo hacia el banco. El uno le hizo señas al otro de que el guardián trasladaba el dinero.

“Lo que hice fue correr, ingresé al banco y ya el guardia de la entidad estaba listo, le dije que se ponga pilas que me quieren seguir. Fue un susto que me pegué, directamente entré a bóveda, no me robaron”.

Tras este incidente pidió el cambio a la supervisora del local que custodiaba porque las organizaciones delictivas ya lo tenían visto.

Abel fue más allá de sus funciones en situaciones que ha visto fuera de su perímetro de custodia. Foto: Francisco Verni

Este es el número de empresas de seguridad privada y de guardias a los que Guillermo Lasso pide ayuda para combatir a la delincuencia en Ecuador

La situación empeoró cuando se abrieron las fronteras tras la Constitución vigente desde el 2008, afirma, que estableció el concepto de la ciudadanía universal, pero en mayor medida a partir del 2017 con la llegada de más foráneos.

“Me tocó trabajar con personas venezolanas que me hablaban de su país, que era violento y peligroso y acá estamos viviendo lo mismo. muchas de las personas que delinquían allá se vinieron al Ecuador a hacer lo mismo, estos son los resultados”.

Abel tiene 25 años trabajando como guardia de seguridad. Vive solo ya que es divorciado y sus dos hijos son adultos. “Siempre me cuido en las salidas y entradas, mis hijos me dicen que esto es riesgoso, pero seguiré en este trabajo”. (I)