Daría la impresión de que Ecuador se encuentra en una gran encrucijada para salir del subdesarrollo, el aporte petrolero de décadas no significó una respuesta a ese desafío, los pasajeros momentos de bonanza son cosas del pasado no aportando en los momentos de crisis, mientras el sector agrícola, gracias al esfuerzo privado, sostuvo al país manteniendo eficientes niveles de exportaciones y satisfizo las necesidades alimenticias de su población, indiferente de los alternados desastres naturales como sequías, inundaciones y terremotos, sin embargo no padeció hambruna como en otros lugares del mundo, aunque la nutrición del pueblo no ha sido la más adecuada y suficiente, no por carestía sino por fallas de acceso y distribución.

Pero el gran salto al desarrollo pleno, característico de un país del primer mundo, solo será posible en el momento que se incorporen las cosechas de grandes y audaces megaproyectos, con más volumen de productos exportables que suplan las necesidades crecientes de una población mundial ávida de ellos, siempre y cuando se optimicen con más productividad las actuales zonas cultivadas, pero por sobre todo convertir miles de hectáreas provistas de infraestructura de contención, pero no de riego parcelario, cuyas aguas esperan ser conducidas a fértiles predios, capaces de lograr con eficiencia bienes agropecuarios para el consumo nacional, la agroindustria y exportación.

Un ejemplo palpable es el proyecto fronterizo peruano Olmos, que logró trasvasar agua desde la Amazonía hasta los eriales de la zona de Lambayeque, en una superficie de 44 mil hectáreas, hecha realidad en virtud de la decisión política de varios gobiernos del Perú que permitieron sin complejos conjugar figuras como la concesión de áreas estatales, estabilizar el precio del agua, permitir la adhesión al plan de comuneros y de inversionistas nacionales y extranjeros, comprometidos con la comercialización de los productos frescos que se generen. El plan ya en ejecución creará 200.000 empleos directos y un millón de indirectos, dando paso a una esplendorosa ciudad agraria.

Algo muy parecido idearon los visionarios del desarrollo de la cuenca del Guayas, antes que el Perú, respecto del trasvase del río Daule a la presa Chongón y su derivación a otras obras de contención, actualmente subutilizadas en una superficie de 80 mil hectáreas, de mejores suelos que Olmos, donde existen comunas hasta ahora incapaces de hacerlas producir porque las frenan regulaciones superiores que impiden la concesión, la transferencia de dominio, la entrega en garantía, la asociación, pues son espacios constitucionalmente “intransferibles, inalienables, inembargables e indivisibles”. Romper esas trabas requerirá una monumental decisión del pueblo ecuatoriano.

También de alta factibilidad serían proyectos de apreciable rentabilidad a ejecutarse en las 130 mil hectáreas susceptibles de impulsar como resultado del trasvase Daule-Vinces, con superiores características edafológicas y diversidad de posibilidades. Para ambos casos, será necesaria una alianza público-privada hacia el financiamiento de obras complementarias de riego, que la banca multilateral y consorcios privados estarían dispuestos a afrontar, seducidos por el componente ambiental y el repago de la producción comercializada por socios extranjeros, con interés en la exportación. Nos preguntamos qué gobierno tendría la fortaleza de aceptar el desafío hacia el desarrollo desde su providencial agricultura. ¿Será acaso el actual?(O)

Pero el gran salto al desarrollo pleno, característico de un país del primer mundo, solo será posible en el momento que se incorporen las cosechas de grandes y audaces megaproyectos, con más volumen de productos exportables que suplan las necesidades crecientes de una población mundial ávida de ellos, siempre y cuando se optimicen con más productividad las actuales zonas cultivadas...