Por motivo de la época invernal, quienes hoy pintamos canas recordamos el estribillo: “Que llueva, que llueva, que la bruja está en la cueva; los pajaritos cantan y la luna se levanta”.

En esos tiempos se consideraban las lluvias como una bendición y verdad que lo eran.

Por la abundancia de comida que traían consigo, y los variados productos de la tierra, mar y ríos a bajos precios. Los productos se transportaban por vía fluvial en grandes balandras a vela o motor. Muchos productos eran transferidos hacia las barcazas y canoas en lomo de mulas y de caballos desde lejanos lugares; embarcados llegaban a Babahoyo (bodegas) y de ahí aguas abajo a Guayaquil. Igual incidencia ocurría en Catarama, Samborondón, Salitre, Los Tintos, etcétera. Las naves tardaban entre dos y tres días en llegar. La tripulación era conformada por la familia, en las embarcaciones cocinaban, dormían, venían pescando y de “cuando en vez” (término típico en el agro en esos tiempos) se acercaban a los barrancos en busca de camarones y a comprar leche para la venta en las haciendas.

Los barrancos tenían una imponente consistencia por las fuertes raíces de grandes árboles, que con inusitado peso apisonaban las riveras evitando la erosión, el ensuciar el río y que los navíos no se embancaran en sus aguas.

Las balandras y las canoas proveían de alimentos a la población, atracaban en los muelles del malecón Simón Bolívar o en los del Mercado sur, en Guayaquil. Traían también hamacas, sombreros aperos para la recua de caballos que movilizaban las cargas jalando carretas y se apostaban por los mercados en la calle 6 de Marzo desde Sucre hasta Alcedo.

Llovía en la región costera, en Guayaquil en particular hasta junio y julio, pero no aguaceritos sino aguacerones. El río Guayas por el norte anegaba toda la planchada, llegando a cubrir la calle Rocafuerte. Por el este de la hoy avenida Olmedo entraba un estero conocido con el nombre de Saraguro y llegaba hasta Colón y García Avilés. El estero era conservado por nuestros antepasados. (O)

César Jijón Sánchez,

Daule