¡Mi querida Guayaquil, mi ciudad natal! Me viste nacer y desde aquel tiempo he vivido en paralelo a tu crecimiento y desarrollo de ciudad, puerto principal. La fresca brisa de un brazo de mar, el estero Salado, y el ancho río Guayas, bordean tus costas convirtiéndote en hermosa Perla del Pacífico, incomparable, inigualable.
Así eres mi Guayaquil amada, por cualquier arista que te mire. Mi corazón late con intensa pasión y tesón de seguir trabajando para ti sin temor, ni temblor, en el amor de Dios. Es verdad que muchos te desean hacer alguna trastada, pero nunca han podido destruirte. Tus hijos, hombres y mujeres, valientes guerreros son hechos de madera fuerte.
En cada paso encontramos tus tradiciones, como tus comidas típicas, el exquisito encebollado con chifles o canguil, la rica guatita con aguacate, el cangrejo en todos sus apetitosos platos...
Encontramos además tus malecones, jardines y el fresco abrazador de tus tardes al anochecer... Nunca, nunca dejaré, mi Guayaquil, de exaltar tu progreso.
Dejaste de ser la ciudad donde muchos manipularon tus arcas, tus tesoros, abusaron de ti. Pero después, dos continuos administradores te mantuvieron más hermosa como ciudad, para orgullo de tus ciudadanos. Eso quedó. Has crecido como la perla radiante. Hoy eres la ciudad libre independiente que brillas con luz propia.
Guayaquil, tierra de cantores, poetas, maestros, profesionales en ciencia, arte y más; te extendiste por los cuatro puntos cardinales y colaterales, como riquísima tierra que da de beber al sediento, que da salud, trabajo, educa, alimenta..., a propios y extraños, que cobijas con un techo en familia.
Gran ciudad de emprendedores, metrópoli, hermanas a muchas otras ciudades que ven tu regeneración. Has pasado por muchas pestes, epidemias, catástrofe, invasiones de piratas, y más; hoy la pandemia del COVID-19 ha tocado muchas puertas dejando huellas de dolor, angustia, tristeza y muerte.
Pero, ninguna de las experiencias negativas, destructivas, te ha vencido; todo lo contrario, te enfrentan al opositor, al enemigo, confiando en aquel que todo lo puede porque es siempre vencedor, nuestro Dios vivo y verdadero, pues vela por ti. Ciudad del río y sus corrientes, estás fuerte con Dios.(O)
Marlene Vergara de Abad, licenciada en Educación, Guayaquil