¿Dónde están los niños?

Queridos lectores, en el ir y venir de la vida en estos últimos años se han preguntado ¿dónde están los niños?

Probablemente han pasado por algunas escuelas y visto sus puertas cerradas con grandes candados y alrededor de ellas basura y todo un ambiente lúgubre. No se escucha la algarabía de los niños. Ahora solo falta un cartel grande que diga: “cerrada por la delincuencia e inoperancia”; o “por falta de mantenimiento y cuidado”, pero sobre todo “cerrada por falta de amor”.

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¿Han pasado por algún parque y han visto lo solitarios y descuidados que están? Los columpios se mueven con el viento y los árboles solitarios con sus hojas llenas de rocío parecen que lloran porque no los ven jugar. Se siente tristeza y un vacío carente de una de las expresiones más bellas de los niños, esa alegría contagiante.

¿Han observado que los juegos infantiles están sin usar porque los párvulos no se ven? Está pasando el tiempo y los niños de esta época, poco a poco, van creciendo y su niñez pasa como un fantasma en silencio, sin emociones gratas, como simples vivientes que no guardan nada en su corazón infantil y su cerebro vacío carente de bellos y gratos momentos para que cuando sean adultos recuerden cómo jugábamos ayer, cómo nos divertíamos, cómo nos bañábamos en el mar, en la lluvia, como jugábamos en las escuelas, o como cuando me caí del carrusel.

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Los circos cerrados ya no visitan las ciudades y pueblos. Se apagaron las luces y la carpa cayó. Ese bello lugar al que asistíamos padres e hijos de la mano, ahora se encuentra en espera y los payasitos cerraron su sonrisa para darle paso a un gesto de tristeza.

Debemos recordar que ya pasamos por un confinamiento por culpa de la pandemia y por salud no podían salir, ahora siguen confinados estos mismos niños por culpa de la delincuencia, de asaltos, crímenes, inseguridad absoluta, el miedo se ha apoderado de todos, grandes y chicos.

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¿Dónde están los defensores de los derechos de los niños? Porque estamos atentando contra su niñez y el buen vivir, que de hecho les corresponde, su derecho a la vida, a jugar, a vivir en libertad, a la educación, a la salud, pero por sobre todo al amor.

Con qué derecho todos hemos borrado su época de infancia, haciendo que se estén convirtiendo en adultos fríos sin educación, ni esperanzas de ser grandes y nobles ciudadanos.

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Señor presidente, felicitaciones por su elección, pero como usted dijo debemos empezar a trabajar y realizar acciones inmediatas, porque los niños necesitan salir de sus escondites, donde el hombre los ha confinado. Así, poco a poco, se podrá lograr que salgan de sus guaridas como los conejitos salen de su madriguera, será una de las primeras acciones que engrandecería a su periodo presidencial y así pronto nos veremos rodeados de niños alegres, libres, seguros y en paz. Y Dios complaciente desde el cielo a todos nos bendecirá. (O)

Alicia Carriel Salazar, docente, Guayaquil