Los jóvenes y viejos sin ideales y sin tener deseos de superación son como flores sin perfume y sin color, son espíritus mediocres o cortesanos que viven haciendo antesala para pedir favores o vivir de lo que generan los demás.

Hacer lo que nos guste

Estas personas aspiran a vivir de la caridad pública, no se atreven a vivir su propia vida, su propia existencia y se entregan en manos de falsos líderes, la mayoría pelafustanes de baja ralea, amparados en falsos discursos con ofertas que la mayoría de las veces no las cumplen. Estos se aprovechan de la ingenuidad e ignorancia de la gente para asaltar sus recursos económicos.

Sin estudio solo cabe el fanatismo, la idolatría a cosas sin valor, ven los errores y los justifican, prefieren el criterio de la manada.

La consecuencia de la ignominia de los pueblos es el caos, el desorden y la corrupción. En la práctica nadie respeta la ley: se cruzan la luz roja, rebasan por la derecha, irrespetan a la autoridad, en otro ámbito del desorden saquean los fondos públicos y disponen del dinero del Estado como algo propio.

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Al final todo pasa

Sin educación, sin orden, sin disciplina, sin valores morales, éticos y espirituales no puede haber desarrollo ni bienestar. Sin estudio solo cabe el fanatismo, la idolatría a cosas sin valor, ven los errores y los justifican, prefieren el criterio de la manada.

El sabio sabe que es ignorante

Las personas con ideales aspiran siempre a lo mejor, no dudan en saltar al río si hay que ayudar a un náufrago. Mientras los supersticiosos y fanáticos a todo temen y piensan mil veces para actuar y encuentran casi siempre su mejor refugio en los albergues o en el cementerio, no pueden marchar lejos los tullidos físicos, peor mentales, como no pueden los ciegos disfrutar de una hermosa puesta del sol, o un sordo disfrutar de una bella melodía, o como los pelafustanes que se esconden cual ratas en las alcantarillas para desde ahí emitir sus chillidos. Lacayos, testaferros que se envenenan con sus propios odios y venenos. (O)

Hugo Alexander Cajas Salvatierra, médico y comunicador social, Milagro