Parece una broma de mal gusto, pero es cierta. A pocos meses de las elecciones presidenciales de febrero de 2025, el país se enfrenta a una situación que refleja la profunda disfuncionalidad de su sistema político: la existencia de 17 binomios presidenciales, uno por cada millón de habitantes. Esta realidad no solo expone la fragmentación extrema de las élites políticas, también subraya la falta de una visión unificada para abordar los problemas más críticos de la nación, como la narcodelincuencia, la escasa inversión extranjera y la carencia de seguridad jurídica.

En mi criterio, esta proliferación de candidatos a la Presidencia es un síntoma claro de un sistema que ha permitido, e incluso fomentado, el oportunismo político. La facilidad con la que se pueden inscribir candidaturas ha llevado a que la política ecuatoriana se convierta en un mercadillo saturado de opciones, muchas de las cuales carecen de propuestas serias y viables.

Esta dispersión de opciones confunde al electorado y desincentiva la participación ciudadana. Los votantes nos enfrentamos a una papeleta electoral que, en lugar de ofrecer claridad, se convierte en un laberinto de promesas vagas y discursos vacíos. En un país donde la violencia relacionada con el narcotráfico ha alcanzado niveles alarmantes y la economía lucha por atraer inversión extranjera, la falta de un liderazgo claro y cohesionado se traduce en una amenaza directa a la estabilidad nacional.

Lo que el país necesita en este momento es un sistema que incentive la consolidación de propuestas serias y viables. Es urgente una reforma política que limite la cantidad de binomios presidenciales, estableciendo filtros más rigurosos en las primarias y elevando los requisitos para la inscripción de candidaturas. Solo así se podrá evitar que la democracia se convierta en un escenario de oportunismo político donde la cantidad prevalezca sobre la calidad.

Además, es necesario fomentar la consolidación de partidos políticos y coaliciones que representen alternativas ideológicas claras y coherentes. El actual sistema permite la proliferación de candidaturas independientes y de partidos sin base ideológica sólida, lo que contribuye a la confusión y a la dispersión del voto. Al promover la formación de alianzas, se podría reducir el número de opciones en la papeleta electoral, facilitando así la elección de un liderazgo claro y con una genuina base partidista. Hasta el 30 de agosto está abierta esta posibilidad según el calendario del Consejo Nacional Electoral. Esperemos que prime la razón por encima de los egos y vanidades personales.

En definitiva, se torna urgente esa reforma política. Solo así se podrá evitar que la democracia se convierta en un escenario de oportunismo político. En lugar de 17 opciones, los ecuatorianos merecemos la posibilidad de elegir entre propuestas sólidas y coherentes de personas con experiencia comprobada en el manejo honesto de la cosa pública.

Es hora de replantear las reglas del juego para que la democracia sea un reflejo genuino de las aspiraciones colectivas, y no un mero escenario de competencias individuales. Nuestro país no puede permitirse más experimentos. (O)