Me es desgarrador ver cómo las heridas de un país no cierran, me lastiman esos videos donde se revuelcan de dolor al grito de “yo quería regresar pa’ mi casa”; ese dolor frustrante de quiero ir a abrazar a mi papá, todos deslucidos, con los ojos llenos de incertidumbre y miedo, rechazados por los que nos sentimos intocables, porque eso nunca nos pasará puesto que botamos al correísmo antes de que nos convierta en una Venezuela, sin darnos cuenta de que el daño ya está hecho y que existe un peligroso affaire con un tipo de paja, que festeja como propia la victoria de un modelo que destrozó un país económicamente poderoso, dejándolo en cenizas, caos y migración forzada, ese mismo al que le dicen Nerón y prófugo, el que quiere meter sus garras como representante del mal y al que aún le creen porque nos dejó carreteras y hospitales sin presupuestos, que hoy no sirven de nada porque #loscorruptossiemprefueronellos.

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Joan Manuel Serrat, entre tantas de sus obras maestras escribió una canción, Algo personal, que es el retrato de lo que son los politiqueros burdos sedientos de poder a costa de la sangre y las lágrimas de un pueblo hechizado por el populismo y la falsa igualdad, ese pueblo que nunca le enseñaron a pescar, porque se sintió feliz con el pan y el circo, aquellos que doman el pueblo a su antojo con un puñado de bonos y falaz empatía ante una historia también labrada por otro grupo de políticos idiotas que con su egoísmo dirigió el agua a su molino y le heredó la curul en la política a su niño rico de burbuja que un futuro jugó a ser ministro, siendo la misma cruzada de un país vejado y roto, ese pueblo que terminó dirigido por un error, por una coincidencia, por un hartazgo de los mismos de siempre.

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Hoy con emoción veo cómo caen las estatuas de Hugo Chávez, a las que el tiempo y las palomas se encargaron de darles lo que se merecían. Hoy las pueriles alabanzas a un dictador que vivió a costa de la ilusión caen destrozadas como en su momento cayeron las de Sadam Husein, Iósif Stalin y Muamar el Gadafi, eso es síntoma de que no todo está perdido, que el pueblo se ha despertado, que decidieron por fin tomar al toro por los cuernos y defender su derecho a una vida digna, que le escupe a la cara al modelo político desolador y empobrecedor y que más temprano que tarde volverán encauzar su vida porque se atrevieron a defender su voto.

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Hoy más que nunca debemos vernos reflejados en ese espejo, despertarnos del aletargador sueño al que nos sometió las promesas de una revolución que no es más que una simple canción de infiel amor.

Es hora de levantar nuestra voz en rechazo a los dolores de los hermanos que hoy sufren, revelarnos contra el abuso y el sin sentido, en contra de un dictador lascivo y mediocre, levantarnos en contra de los que buscan favorecerse a costa de nuestra ilusión de un futuro mejor, en contra de los que festejan, bailan y brindan por Nicolás, porque entre nosotros y esos tipos, también tenemos algo personal. (O)