Es natural que las cosas cambien: sumas y restas que se detendrán un día en el saldo final de aquello que ganamos y perdimos. Tantas las cosas que se van quedando obsoletas, las pasiones y talentos que el mundo ya parece no necesitar. En una antigua bodega en Freyburg se conserva como un altar un enorme barril de roble donde se fermentaba el champán Caperucita Roja (Rotkäppchen) en cuyo oscuro vientre de ballena los aprendices se internaban vela en mano para limpiarlos. Así mismo, el Museo de la Imprenta de Leipzig es hoy un mausoleo dedicado a estos hermosos mamuts de cuyas mandíbulas emergía fresco aquello que el mundo deseaba decir y compartir. Los fantasmas de los cajistas deambulando por ahí, sus dedos diestros juntando y ordenando las letras que componían las palabras desde el otro lado del espejo.

Los nostálgicos vivimos con la mitad del alma enamorada del pasado. Recordamos, o imaginamos recordar, esos cafés a donde se iba a leer periódicos de todo el mundo. Nos aferramos como náufragos a rituales que durante siglos dieron forma y sentido a la vida: sentarse a desayunar un café y el periódico del día, levantar cada página como si peláramos una naranja que nos deja las yemas teñidas de tinta fresca. Se digerían mejor las noticias cuando el mensajero nos acompañaba con sus olores y sonidos, con la presencia sólida de los objetos que persisten en el espacio. Después, claro, se acumulaban las pilas de diarios al pie de la escalera. En casa de mis abuelos en Quito eran tres: EL UNIVERSO, El Comercio y el Hoy. Murieron uno por uno. Hoy ya solo sobrevive en su forma original, de tinta y alma de papel, este, el primero. Mi amor por la prensa nació y creció en casa de mis abuelos donde conocí los cómics y crucigramas de las revistas dominicales. Más tarde me aficioné a los columnistas, especialmente a los que me abrían los ojos a otras formas de ver el mundo. Desayuné con el Pájaro Febres Cordero cada domingo durante mis años de estudiante de Comunicación.

El 30 de junio de 2023 circuló el último ejemplar impreso del Wiener Zeitung, el periódico más antiguo de Europa...

El 30 de junio de 2023 circuló el último ejemplar impreso del legendario Wiener Zeitung, el periódico más antiguo de Europa, impreso en Viena por primera vez en 1703. Estamos de luto los que todavía no podemos imaginarnos el mundo sin este objeto, los que creemos que las ventajas del periodismo online (perspectivas, velocidad, democratización, ahorro de tinta y papel) no son mayores que sus desventajas. Si lo fueran, no estaría el mundo tan confundido, ahogado en una marea de noticias falsas, incapaz de digerir la cantidad de “información” con que nos saturan las pantallas. Ahora que cualquiera con un aparato puede informar y opinar, los periodistas profesionales debemos redoblar nuestros esfuerzos creando contenido de calidad superior. Pero los lectores se han acostumbrado a algo que antes hubiera resultado absurdo: consumir gratuitamente textos que son producto del trabajo de otros. Nadie exige pan gratis, pero nos mal acostumbramos a hallarlo todo en las pantallas, sin pagar, o eso creemos, porque la factura que nos está pasando esta tendencia ya se ve en las decisiones políticas de la mayoría. Y es una factura con un precio demasiado alto... (O)