La semana pasada Francia fue el escenario de importantes eventos celebrando el octogésimo aniversario de una de las más grandes operaciones militares de la historia. El 6 de junio de 1944 las fuerzas aliadas que luchaban contra el régimen nazi, lideradas por el general Dwight Eisenhower, cruzaron el Canal de la Mancha para desembarcar en las playas de Normandía. Unos cientos sesenta mil soldados, transportados en cinco mil naves, entraron en territorio francés. El desembarque fue precedido por un asalto aéreo de mil doscientas aeronaves. La operación se acordó en 1943 luego de presiones ejercidas por Moscú sobre la necesidad de abrirle otro frente a Hitler. Ella demandó no solo de ingentes recursos sino de una compleja organización. Para el 11 de junio las tropas aliadas habían logrado establecer una cabeza de playa luego de encarnizadas batallas, y para agosto de ese año más de tres millones de soldados aliados ya estaban en el territorio galo camino a Berlín, que se rendiría en mayo del siguiente año.

Luego de 80 años quedan muy pocos excombatientes de esta operación. Muchos de ellos con casi un siglo de vida, recibieron el agradecimiento de los jefes de Estado que se dieron cita en las playas de Normandía por invitación del presidente francés, Emmanuel Macron. Un especial agradecimiento recibió Christian Lamb, de 103 años; una mujer que pasó meses aislada en un estrecho cuarto en Londres dibujando pacientemente y con toda exactitud los mapas de la región normanda. Esos mapas serían claves para orientar a los jóvenes soldados.

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Las ceremonias estuvieron llenas de simbolismo. Uno de ellos fue la ausencia del presidente ruso, Vladimir Putin. A pesar del enorme sacrificio de Rusia para derrotar a Hitler, y de sus anteriores presencias en Normandía para eventos similares, esta vez se optó por ignorar al líder ruso. La razón es más que obvia. La decisión de Putin de invadir a Ucrania, invocando los más disparatados pretextos, ha llevado la guerra nuevamente al continente europeo. Una invasión que ha provocado miles de muertos y heridos, y de familias destruidas. Los informes de la Comisión Internacional Independiente de Investigación creada por el Consejo de Derechos Humanos de la ONU (Res, 49/1), liderada, entre otros, por un experto noruego (Erik Mose) y otro colombiano (Pablo de Grieff), dan cuenta de las escalofriantes atrocidades, y crímenes de guerra y de lesa humanidad, sufridos por civiles durante esta absurda invasión, todo ello a pesar de la orden que emitiera la Corte Internacional el 16 de marzo de 2022. (Tanto hemos celebrado recientemente una decisión de esa Corte en favor del Ecuador, tanto deberíamos reclamar a Rusia que cumpla lo dispuesto por La Haya…).

Ya durante la guerra los líderes de Occidente tenían claro que la alianza con la tiranía de Stalin era un mal necesario para enfrentar a un monstruo. “Si Stalin decidiera invadir el infierno, yo haría al menos una referencia favorable al diablo en el Parlamento”, decía Sir Winston Churchill. Hoy ese arsenal de la democracia, del que hablaba Franklin Roosevelt para referirse optimistamente al orden liberal que defendían los aliados frente a la tiranía nazi, ese arsenal hoy camina sobre grietas profundas que se abren a diario. Y que no se encuentran necesariamente en playas en Normandía. (O)