Ecuador es el país en donde las cosas se realizan por urgencia y necesidad, como resultado de una crisis o evento latente que culmina en una conmoción social o tragedia comunitaria. Las soluciones que se encuentran a cada problema son en extremo costosas y sobre todo ineficientes si se las desea mantener pensando en una medida definitiva. Esto obedece a que el país no tiene una proyección adecuada de crecimiento en ningún ámbito. Desde el Ejecutivo hasta los Gobiernos Autónomos Descentralizados poseen una planificación macro, que es desarrollada con horizontes de cumplimiento de 20 a 30 años, con la ejecución de hitos, metas, objetivos, indicadores y demás elementos básicos para poder edificar un grupo de proyectos.
Sin embargo, la misma jamás se cumple o se considera para tomar decisiones. Esto se debe a que cada vez que se diseña un plan, se basa en las creencias de un líder o grupo político de turno, o en la conveniencia de grupos empresariales que manejan las riendas del país, pero carecen casi siempre de un criterio técnico adecuado y de una proyección sostenible en el tiempo. Y en el mejor de los casos, casi siempre los criterios técnicos se adecúan o se ciñen a los intereses empresariales y económicos del grupo de poder de turno, usando al pueblo como bandera falsa.
Dada esta realidad, que para ningún ecuatoriano es ajena, y que de cierto modo unos lo comprenden más que otros, creo firmemente que es tiempo de realizar un cambio profundo en el Estado ecuatoriano. Este cambio puede nacer en la contratación de una consultoría internacional que rediseñe los planes de gobierno del país con horizontes temporales de mediano y largo plazo. Que sea llevado a cabo por una empresa que posea profesionales expeditos y probados en el desarrollo de políticas que se orienten al desarrollo industrial y económico.
Una vez que se tenga esta planificación, cuantificable y con objetivos medibles, se debe rediseñar la estructura estatal para permitir fluidez entre sus instituciones de manera ordenada, segura y sin corrupción. No podemos seguir avanzando con la distribución actual del país, basado en poderes que más que guías para el pueblo son verdaderos circos, pues ofrecen un show cada día en horario matutino y vespertino. Por ejemplo, he visto más veces gritar a una asambleísta que las veces que la he escuchado dar una propuesta coherente. Tenemos instituciones que hacen concursos a la medida de quien desean que gane, con requisitos cuestionables y sin base técnica suficiente.
La política debe trabajar para el pueblo, en función de lo que una estructura organizacional le permita hacer de manera objetiva, adecuada, enmarcada en acciones cuantificables que permitan su continuidad. De este modo una autoridad podrá regirse o ceñirse al cumplimiento de las metas subsiguientes, que ya no serán a largo plazo en su mandato, pues se convertirán en realidades de mediano y corto plazo, siguiendo siempre un esquema definido a base de una línea base bien realista. Y es que en el país cuando una institución no marcha bien, se le hace un proceso de intervención, para evaluar y rediseñar. ¿Y el Estado para cuándo? (O)