La influencia estadounidense en Latinoamérica es inmensa en todos los ámbitos de la vida moderna: la música, el cine, la política, el deporte, la tecnología, el lenguaje, la moda, el paisaje urbano, la comida… Según el arquitecto español Alejandro Zaera-Polo, “la universidad norteamericana es, hoy en día, el centro global de la industria de la educación superior”, por lo que “todo lo que sucede en la academia norteamericana tiene un enorme impacto global y, por tanto, lo que está sucediendo dentro de las universidades es un asunto de interés público global”. ¿Está también norteamericanizada la universidad ecuatoriana?

Siempre ha sido motivo de admiración de la educación superior norteamericana pública y privada la infraestructura de los campus de sus instituciones, los descubrimientos científicos que allí se hacen, los presupuestos que se destinan para la investigación, el tamaño de sus bibliotecas, la mirada mundial de sus programas académicos, la libertad de pensamiento... Pero desde hace más o menos dos décadas la universidad norteamericana viene produciendo una cerrazón mental, sobre todo en sus programas de ciencias sociales y humanidades, cuyas consecuencias podríamos estar sufriendo ya entre nosotros.

La Funa del Libro de Quito

Cancelando mentes

Uno de los efectos de este retroceso es lo que se llama “cultura de la cancelación”, que ha generado disparates y horrores en contra de la razón y los hechos. Por ejemplo, dos universidades tan distintas como Princeton y Howard condenaban los estudios clásicos griegos y latinos ¡por estar ligados a la supremacía blanca y al colonialismo!, y, lo que es peor, eliminaban los departamentos de estudios clásicos. Gracias a una supuesta reparación histórica, de un plumazo desaparecieron del currículo universitario Homero, Platón, Safo, Aristóteles, Eurípides, Esopo, Virgilio, Horacio, Ovidio, Cicerón, Séneca, Marco Aurelio…

Dejar de leer a los griegos y latinos porque sus sociedades eran esclavistas no supone ninguna protección a la sensibilidad de los alumnos afroamericanos y de otras identidades étnicas y raciales; por el contrario, cancelar a los griegos y latinos profundiza la ignorancia y la incomprensión histórica. Según la escritora italiana Costanza Rizzacasa d’Orsogna, debido a que las humanidades buscan ahora victimizarlo todo, “tal vez fuese útil no ver todo como un ‘nosotros’ contra ‘ellos’ y no juzgar los errores y las miopías del pasado a la luz de las sensibilidades de hoy”. Y la cancelación amenaza a autores como Mark Twain, Harper Lee, Hemingway, J. D. Salinger, Toni Morrison...

Dos libros documentan exhaustivamente cómo una falsa izquierda coincide con la extrema derecha en sus formas de negar la historia: de Zaera-Polo, La universidad de la posverdad: el mundo académico en la era de la cancelación, el pensamiento ‘woke’ y las políticas identitarias (Barcelona, Deusto, 2022); y, de Rizacasa d’Orsogna, La cultura de la cancelación en Estados Unidos (Madrid, Alianza, 2023). Si nuestras universidades ceden a lo políticamente correcto de inspiración norteamericana, pronto entre nosotros más jóvenes serán incapaces de contextualizar su historia, hallar la verdad y de pensar por sí mismos. (O)