Inolvidable el día en que me gradué de abogado. Fue hace 34 años. Tanto por el hecho mismo como porque pronuncié el discurso de graduación. Para ejercer la abogacía, obligatoriamente debía inscribirme en el Colegio de Abogados del Guayas. Los años han pasado y han existido ocasiones en que ha habido mucho ruido en tal institución por problemas eleccionarios internos. Recuerdo que no hace mucho conflictos llevaron al planteamiento de alguna acción de protección. Por cierto, ya no es obligatorio afiliarse a un colegio de abogados para ejercer la profesión. Por consiguiente, los colegios de abogados deben esforzarse por prestar un buen servicio para mantener a sus afiliados.

En este contexto, me ha parecido justo reconocer el esfuerzo y buen servicio del Colegio de Abogados del Guayas. En efecto, el trabajo académico a través de un sinnúmero de eventos, la mayoría gratuitos, a favor de sus afiliados es muy visible. Me llega información de seminarios, diplomados, cursos prácticos sobre juicios, convenios con universidades, con instituciones prestadoras de servicios, etc. Todo esto en niveles abundantes. Yo mismo he dictado alguna que otra charla. Se destaca también sobremanera la lucha frontal e insistente por mejorar el servicio público de administración de justicia, que ciertamente adolece de algunas carencias evidentes. Hay también un buen trabajo en el club de la institución. Este éxito, claro, no es producto de una sola persona, sino de un equipo comprometido con el servicio, de comisiones de trabajo, de delegados para temas específicos, etc.

(...) podemos contribuir a la difusión de acciones nobles y así ayudar a contagiar un poco la alegría de vivir.

No conozco la vida institucional de otros colegios de abogados del país. Espero les vaya muy bien. En todo caso, sí puedo opinar sobre el excelente trabajo y defensa de los abogados que cumple el presidente del Colegio de Abogados del Guayas, Jorge Yánez Barrera, y su equipo. El Ecuador vive momentos difíciles; las crisis institucionales afloran por doquier; la credibilidad de múltiples procesos de selección es objeto de dudas desde hace algún tiempo; las finanzas públicas pasan por un mal momento. En este contexto se destaca especialmente el trabajo referido. Esta actitud de progreso y servicio debería ser emulada por otras instituciones. Nos vivimos lamentando de problemas, pero no le damos espacio al reconocimiento de las buenas labores. Hay liderazgos silenciosos, un civismo verdadero que viven efectivamente muchas personas; existen voluntariados conmovedores: hay quienes van a cantar a los niños enfermos de cáncer para arrancarles una sonrisa. Queda aún mucha nobleza en el mundo que urge hacerla visible. Quienes tenemos la oportunidad de escribir en la prensa podemos contribuir a la difusión de acciones nobles y así ayudar a contagiar un poco la alegría de vivir.

Así como hay acciones nobles también hay barbaridades visibles, como la de incluir preguntas absurdas en el concurso para contralor, o vigilantes ubicados debajo de los semáforos contradiciendo sus mismas luces, creando caos e indignación, como en la avenida del Bombero en Guayaquil, a la altura del Megamaxi. (O)