Los debates televisados se hicieron célebres al inicio de la década de los sesenta en los Estados Unidos, cuando todavía no existía televisión en Ecuador; más tarde en nuestras elecciones presidenciales tuvieron gran trascendencia; hoy, con estas leyes absurdas, con estos Códigos de la democracia, se han tornado casi casi en un examen de graduación, en la que los candidatos comparecen a responder tesis preparadas, bajo la supervisión del Consejo Nacional Electoral (CNE), y cuyas respuestas posibles ya las han preparado con sus asesores, y las han memorizado para declamarlas en público. No hay autenticidad.

Después del debate

El más célebre debate tuvo lugar en 1960 entre los candidatos presidenciales de los Estados Unidos, el entonces senador John F. Kennedy (demócrata) y Richard Nixon (republicano), entonces vicepresidente de Dwight D. Eisenhower. El primero se preparó cuidadosamente, inclusive en su presentación física, porque la televisión a colores recién se estrenaba; el ducho vicepresidente salió de su trabajo cansado, sudoroso, con su traje ajado, y concurrió al debate pensando que con su experiencia aplastaría al joven senador. No fue así: Kennedy ganó la Presidencia de Estados Unidos.

La televisión era un campo nuevo para el experimentado vicepresidente. Ese debate fue muy estudiado; el diario The New York Times publicó un estudio analítico que muchos devoramos. Años más tarde, en 1968, cuando yo era un joven diputado, casi un muchacho, fui invitado por el Departamento de Estado de los Estados Unidos como observador de la campaña electoral en la que Nixon fue elegido presidente por amplísima mayoría.

Veamos los cómos

Tal vez la más recordada en el Ecuador tuvo lugar entre dos políticos fogueados, de larga carrera parlamentaria, Rodrigo Borja (ID) y León Febres-Cordero (PSC). El debate fue dramático, reñido; en la primera parte, en la ideológica, sobresalió Borja; luego, en la económica, prevaleció Febres-Cordero, y esa impresión última es la que quedó en la memoria de los televidentes. Borja, contra lo esperado, fue vencedor de la primera vuelta y cometió el error de irse una semana de vacaciones; en ese tiempo, Febres-Cordero hizo una concentrada campaña en la provincia de Los Ríos, en la repetición de las elecciones que habían sido declaradas nulas; con eso se borró la imagen de perdedor y ganó la segunda vuelta. Borja ganaría la Presidencia cuatro años más tarde.

El debate de segunda vuelta que hemos presenciado fue poco trascendente, porque se trata, únicamente, de elegir un presidente interino que complete el periodo del presidente Guillermo Lasso, quien había convocado a muerte cruzada para evitar ser destituido en un juicio político instaurado en su contra en la Asamblea Nacional, donde solo contaba con una minoría parlamentaria. A la segunda vuelta, como era previsible, clasificó holgadamente la candidata de la primera fuerza política, Luisa González; y clasificó, en segundo lugar, contra toda previsión, Daniel Noboa. Ninguno de ellos tiene una trayectoria política propia, reconocida; en este debate fueron muy cuidadosos, como que no quisieran arriesgar lo ya conseguido. El debate, me parece, poco influirá en la elección definitiva. (O)