En estos días, la presencia de muchas personas en ceremonias religiosas y las procesiones me llevaron a pensar en la importancia del patrimonio cultural, una de cuyas manifestaciones es el patrimonio religioso.

El patrimonio es la herencia que recibimos generación tras generación porque se le atribuye valores que ameritan ser transmitidos y mantenidos en el tiempo, de tal manera que forman parte del sentido de pertenencia a una comunidad, región o nación y nos permiten conocer prácticas sociales de nuestro pasado que están en el origen de nuestra identidad y, a veces, nos explican hechos de nuestro presente, según la Unesco.

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El patrimonio cultural puede ser material o inmaterial. El patrimonio material se manifiesta en: monumentos, construcciones antiguas y conservadas, objetos de antaño, obras de arte y piezas arqueológicas. El patrimonio inmaterial lo constituyen tradiciones, expresiones artísticas, lenguaje, ritos, música y poesía.

En el caso del patrimonio religioso se une lo material con lo inmaterial: edificios, monumentos, arte, música, fiestas, ritos, devociones y manifestaciones de la religiosidad que nacieron en un tiempo y espacio determinado y se mantienen, no solo como parte de la historia, sino como expresión de un fervor religioso.

El Centro Internacional de Estudios para la Conservación y Restauración dirigió un foro en 2003 acerca del patrimonio religioso como algo vivo en todas las formas y actos de devoción.

En el caso del patrimonio religioso se une lo material con lo inmaterial: edificios, monumentos, arte, música...

En Guayaquil el patrimonio religioso se muestra fundamentalmente en las iglesias antiguas y en las manifestaciones de religiosidad popular. Cada una tiene su historia, mucho que mostrar y mucho que enseñar y nosotros mucho que aprender, no solo los católicos, sino todos los que vivimos en esta ciudad. Dos ejemplos: la Catedral, oficialmente Catedral de San Pedro, y San Francisco.

El edificio original se construyó a mediados del siglo XVI en el cerro Santa Ana, en el lugar en que se encuentra hoy un pequeño templo como referencia del lugar donde funcionó la Iglesia matriz en los primeros años de la ciudad. En 1838, se le dio el rango de diócesis y de catedral. Entre 1924 y 1937 se construyó el nuevo edificio.

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San Francisco tuvo su edificio original en 1600, luego fue reubicada y destruida por siete incendios hasta que en 1956 se construyó el edificio actual. En esos templos, se albergaron los restos de varios ciudadanos que forjaron nuestra historia, los cuales también desaparecieron por el fuego.

Estos dos templos y ocho adicionales constituyen el patrimonio cultural religioso de la ciudad y sus edificios están deteriorados. En el caso de la catedral se iniciarán algunos trabajos gracias a un convenio con el Consejo Provincial. Los otros requieren un arduo trabajo de restauración.

No se protege y defiende el patrimonio religioso solo para mostrarlo a los turistas, sino porque tiene un especial significado, el culto que se celebra en su interior no solo es parte del pasado, sino del presente, con características propias del tiempo y del lugar, enriqueciendo la historia espiritual del pueblo, que más tarde se convertirá también en patrimonio para las futuras generaciones. Si hoy defendemos el patrimonio, claro. (O)