De un tiempo acá nos preguntamos ¿por qué tanta violencia en Ecuador? Una de las respuestas es que la violencia surge cuando intereses de grupos poderosos no son satisfechos; pero identificar a los violentos no es fácil. Los grupos delincuenciales se refugian en las sombras y observan el resultado de sus obras; tienen a su servicio ojos e informantes anónimos.

Intimidación a jueces y fiscales

De ahí que los Estados que deseen vivir en paz deben identificar ¿qué intereses generan la violencia?, y ¿quiénes se refugian en las sombras? Si bien la represión policial puede ser una solución, también la paz se alcanza a través del cambio en la política pública. Por ejemplo: en el siglo pasado, la violencia llegó a su fin cuando se legalizó la comercialización de bebidas alcohólicas.

General Villamil Playas pasó de 7 a 35 asesinatos en un año, ¿qué está ocurriendo en ese balneario de Guayas?

Así, en un escenario ideal es posible eliminar la inseguridad legalizando todo el circuito de producción, distribución y consumo de esos elementos. Sin embargo, todo ese proceso debe ser consultado a la ciudadanía y las propuestas de política pública deben construirse con la participación social y el asesoramiento científico-técnico.

Pero la peculiaridad de la actual violencia es que no es un hecho aislado, sino que cuenta con diversas organizaciones interesadas en mantenerla. Es decir, las acciones violentas obedecen a una planificación internacional y nacional minuciosa, a un estudio del terreno donde se ejecuta la violencia y una expectativa de obtener resultados que beneficien a los circuitos delincuenciales.

Ecuador, el país en el que crecí Ecuador, el país en el que crecí

Sin embargo –como señalan varios autores– las acciones violentas son posibles porque cuentan con la colaboración (voluntaria u obligada) de actores locales. Por lo que resulta urgente detectar qué mecanismos permiten esa labor coordinada y cuáles son los canales de información que sostienen esos hilos invisibles y fundamentales de las acciones delincuenciales.

Debemos sumarnos a las soluciones para recuperar la paz y ver otra vez las calles con gente que trabaja, ríe... sin temor.

Las acciones delincuenciales son de diverso tipo, pero hoy cobran una particularidad porque usan el terror como forma de control social. El terror fue el arma empleada en diversos momentos históricos y aunque sus definiciones varían, todas coinciden en que el uso sorpresivo y extremo de la violencia rompe la seguridad social. Es la sorpresa, la característica que vuelve más doloroso al terror.

Preparar a las sociedades para remontar etapas de violencia es parte de la labor del Estado. Es hora de recuperar nuestras calles. ¿Acaso no extrañamos conversar en la esquina del barrio o que nuestros hijos paseen por el parque? Lo triste de la actual situación es que el terror invadió nuestras salas, se robó nuestra tranquilidad y con ello arrasa la esperanza de días mejores.

Mientras el Estado y los políticos se organizan, cada persona, cada familia y cada barrio puede incluir en sus decisiones la protección familiar e individual. Establecer compromisos particulares y locales para recuperar los territorios –hoy arrebatados por la delincuencia–. No podemos esperar que las autoridades cubran todas las necesidades y protejan cada cuadra, porque el Estado somos todos.

Debemos sumarnos a las soluciones para recuperar la paz y ver otra vez las calles con gente que trabaja, ríe, comparte, juega y pasea, sin temor. (O)