La síntesis que han hecho los ministerios del Interior y de Defensa es muy buena: solo hay el bien y el mal. Efectivamente, a la hora de la hora en todo ámbito y campo donde es posible expresar una conducta, esta se resume en buena o mala.

Para cultivar el bien hay que trabajar mucho. El mal llega más rápido. Es más fácil de penetrar, puede persuadir a corto plazo con armas más convincentes y concretas. Si un perverso le ofrece a un joven recién graduado de colegio la “oportunidad” de tener una linda moto en tres meses si distribuye un producto prohibido, esa oferta es un atractivo si ese joven vive en la precariedad, si su padre está desempleado, si en su casa le cortan la luz por falta de pago, si su hermana se viste muy mal por la pobreza en que se desenvuelve, etc. El perverso conoce muy bien los contextos y sabe que su oferta es seductora. Es posible que al poco tiempo de hecha la oferta ya cuente con un adepto más.

La maldad tiene amplias ventajas, por eso hay que combatirla con la mayor profundidad y contundencia posible. Y hay que hacerlo empezando muy temprano. Para ello me parece que hay que alimentar en los niños la autoestima. Los niños deben tener un alto concepto de sí mismos, lo cual no les permite caer en las garras de la maldad, de los vicios, de los abusos. A los niños hay que enseñarles el valor de la familia, el gran amor de su madre, de su padre, de sus hermanos y explicarles que existen personas que pueden querer que ellos hagan cosas negativas, que a su vez harán sufrir a su familia, que es lo que más quieren los pequeños.

Hay que asesorarse para hablar de estos temas con los niños/as y no generarles alarmas innecesarias. Lo de fondo es la autoestima. Un joven con alta autoestima no cede con facilidad ante la oferta de la linda moto del ejemplo. Hay que enseñar a los niños y a los jóvenes con amor que el bien tiene un precio que todos debemos pagar, pero que a la larga es enormemente bueno, satisfactorio y le permitirá alcanzar sus anhelos.

Los niños y los jóvenes deben estar convencidos (y esto es trabajo especialmente de los padres) de que no “progresa” quien logra facilidades a costa del sufrimiento de otros, a costa de los dineros de todos, a costa de aprovecharse del esfuerzo de otros. El verdadero progreso solo se conquista con el esfuerzo honesto y constante de las personas, no con esas oportunidades relámpago que surgen por todos lados; no con aquello de obtener un título de bachiller en dos años, no con aquello de obtener una maestría contratando la tesis.

El mal, según el Diccionario de la lengua española, es “lo que se aparta de lo lícito y honesto”. Del mal todos debemos huir. Sus ofertas hay que rechazarlas o no contestarlas.

Como parte de las ideas que debemos sembrar en la juventud hay dos muy importantes: 1) No hay que jugar con la justicia, no hay que jugar con la tutela de los derechos, con la igualdad. Es un juego muy peligroso que destruye las familias, tanto de pobres como de ricos. 2) La política es una actividad originalmente noble y puede facilitar el cambio para bien, si es que se lleva con nobleza. (O)