El Departamento de Justicia de los Estados Unidos demandó el jueves pasado a Apple Inc. por presunta monopolización del mercado de teléfonos inteligentes. Se basa en la capacidad que tendría la empresa para aumentar sus márgenes a costa de los desarrolladores de aplicaciones, productos, servicios y del consumidor, quien termina pagando mayores precios. La demanda ocurre cuando Apple controla el 65 % del mercado de teléfonos inteligentes de Estados Unidos y una cuarta parte del mercado global.

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¿Tiene razón la fiscal general adjunta, Lisa Mónaco, al afirmar que Apple habría pasado de revolucionar el mercado de los teléfonos inteligentes a detener su avance? ¿Este es un caso de intervención exagerada del Gobierno en las preferencias de las personas? El caso nos deja lecciones que ayudarían a evaluar la eficacia de la intervención pública para la mejora competitiva de aglomerados y cadenas productivas.

Esta dinámica competitiva trae consigo crecientes barreras de entrada a la industria resultante, originándole una estructura oligopólica, no monopólica...

La industria de la tecnología crece simultáneamente en muchas direcciones. Hoy compiten

intensamente gigantes como Apple, Google, Microsoft o IBM en múltiples eslabones del aglomerado, bajo diferentes estrategias, para satisfacer distintas necesidades del mismo consumidor. Mientras Apple destaca en investigación y desarrollo, diseño, mercadeo y un ecosistema que integra soluciones para mejorar la experiencia del consumidor, Google construye ventaja alrededor de su buscador, servicios en la nube, publicidad, analítica de datos y software abierto. Esta dinámica competitiva trae consigo crecientes barreras de entrada a la industria resultante, originándole una estructura oligopólica, no monopólica, que ha generado seis millones de desarrolladores de Android y 2,8 millones de Apple; tres millones de aplicaciones de Android y dos millones de aplicaciones de Apple.

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Si el consumidor se siente atrapado en el “ambiente Apple”, es principalmente por el trabajo de mercadeo de la empresa, que ha logrado que las personas prefieran el iPhone. La empresa no ha incurrido en bloqueos de softwares y/o equipos (aplicaciones, relojes, etc.), pero sí ha monetizado el poder de negociador que tiene ante sus proveedores y clientes. Además, el costo del cambio a ambientes y dispositivos Android (más barato) implica cada vez menos tiempo y dinero a invertir por el consumidor (actualmente una hora y $ 40 - $ 50).

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En suma, el demandante subestimaría a los competidores de Apple Inc. y sobreestimaría el costo del cambio de los proveedores y clientes de esta hacia sus competidores. La demanda no alienta directamente a los competidores, sino que castiga al líder tratando de disminuir su actual ventaja, en lugar de enfocarse en incentivar la rivalidad interna en los eslabones de mayor y directa agregación de valor al consumidor. Más acertada estuvo la Unión Europea al obligar a Apple a emplear el adaptador para puertos USB-C y se espera que lo haga adoptar el RCS para la mensajería de Android.

Que los aglomerados globales y locales cuenten con entidades de control que “apliquen el olfato y no las manos” para beneficio del consumidor. Que jueguen de árbitros y no intenten ser el goleador. (O)