Se non e vero e ben trovato es la frase que se le atribuye a Giordano Bruno y que se aplica perfectamente al retintín de la campaña correísta. El eje de esta es ofrecer el retorno a un pasado supuestamente ideal, para instalar en los electores la imagen de la candidata como una persona que sabe qué hacer y cómo hacerlo. Ese es el principal contenido de las piezas propagandistas que circulan en las redes y es lo que ella repite incansablemente en las entrevistas y en sus intervenciones públicas. El objetivo es retomar y fortalecer el imaginario colectivo que se intentó construir durante los diez años de gobierno por medio de la masiva propaganda y sobre todo por el incansable discurso presidencial. Basta recordar los montajes de las sabatinas para comprender la importancia que se asignó a esa tarea. Allí se dibujaba un país de fantasía que marchaba firmemente gracias a un presidente que manejaba todos los hilos.

El correato fue el periodo de elaboración de lo que en términos de la comunicación política se denomina un relato. Este no se restringe a la información de los hechos y de las obras, como corresponde a una rendición de cuentas ante los mandantes. El relato es la construcción de una realidad alternativa. En esta no caben los aspectos negativos que siempre existen. En este caso concreto no cabía explicar que el gasto público pudo incrementarse gracias a los abundantes recursos provenientes del alto precio del petróleo en el mercado mundial y al endeudamiento agresivo e irresponsable. La alusión a esos y otros hechos objetivos habría impedido que se cumpliera la meta de implantar en la población esa visión alternativa que, en estricto sentido, es una creencia y no una constatación.

Al retomar la construcción del relato en la campaña están apelando nuevamente a las creencias, a la parte subjetiva y vulnerable de las personas. No apuntan a la racionalidad, porque ello obligaría a sincerarse y presentar las limitaciones que tendrá quienquiera que ocupe la Presidencia en el próximo periodo. A su favor cuentan con los malos resultados económicos y sociales de los gobiernos de Lenín Moreno y de Guillermo Lasso y con los efectos devastadores de la pandemia. En esas condiciones, un relato que dibuja un pasado fantasioso puede ser más efectivo que las propuestas que ofrecen un futuro diferente.

Llama la atención que la mayoría de los otros candidatos no hayan hecho del cuestionamiento de ese relato uno de los aspectos centrales de sus campañas. Al parecer, como han dicho algunos de ellos, no quieren transformarla en una contienda entre correísmo y anticorreísmo, supuestamente para llevarla hacia temas de mayor importancia e interés para la ciudadanía. Pero seguramente cambiarían de parecer si se detuvieran a pensar en la fuerza que puede alcanzar el relato en una población que está abrumada por su situación económica. Ninguno de ellos se ha propuesto desarmar ese relato y mucho menos construir uno alternativo. Las elecciones, en cualquier parte del mundo, tienen un alto contenido emocional, subjetivo y por ello la apelación a los sentimientos puede influir mucho más que los programas técnicamente elaborados. El reconocimiento de sus electores como borregos expresa claramente hacia dónde están apuntando. (O)