El debate dejó claro que a ninguno de los dos candidatos finalistas les preocupa la política exterior. Casualmente, a la comisión de debate del CNE tampoco. La única pregunta específica sobre el tema estaba deslizada en otra pregunta sobre atracción de inversiones y crecimiento, como si todo fuera la misma cosa. Ninguna pregunta sobre la visión de los candidatos sobre el resquebrajamiento del orden mundial, la integración latinoamericana o la siempre candente pregunta del uso de cargos diplomáticos para pagar favores políticos o personales.

La verdad, no los culpo. Ni al presidente candidato Daniel Noboa ni a la candidata del correísmo Luisa González les conviene hablar de Política Exterior con mayúsculas. Ni siquiera por casualidad. Las pocas cosas que dijeron a través de todo el debate, así lo confirman. Aceptar de pasada que mercenarios vendrán al país como “cooperación internacional,” en el primer caso, o decir que “haré igual que EE. UU., devolver a todos los venezolanos que no tienen un ingreso regular” cuando se trata de víctimas de una dictadura, deja claras dos cosas sobre la relación de los dos finalistas con la política exterior. Primero, no tienen y no defienden principios de política exterior. Segundo, ni siquiera son capaces de enunciar una visión internacional desde una perspectiva realista de las relaciones internacionales, la que se supone es casi de sentido común entre líderes políticos.

¿Qué tal el ‘tal debate’?

Lo que sí estoy segura es que los votantes entienden mucho mejor el trasfondo internacional que les espera con cada uno de los candidatos en este entorno internacional.

Saben que Noboa ha manejado muy mal la relación con EE. UU. –el principal socio comercial de Ecuador y aún la primera potencia mundial– y que tal vez termine contratando mercenarios inhumanos como Erik Prince, pero saben que aun así, hay muchas más posibilidades de que la administración Trump le ofrezca algún tipo de ayuda para control del narcotráfico o que sea considerado lo suficientemente “afín” como para pasar desapercibido y así evitar daños como aranceles o más aviones con deportados.

Sociedad civil, es tu turno

Saben también que todo lo contrario pasaría con González y la RC. Con un secretario de Estado como Marco Rubio, que siempre ha tenido en la mira a todos los gobiernos alineados con el socialismo del siglo 21, Ecuador entra en inmediato riesgo con la administración Trump inmediatamente. Y esa cuenta solo la pagarán miles de ecuatorianos en condición irregular en ese país, además de potenciales sanciones arancelarias como las que está imponiendo a México, a cuenta de cualquier cosa, más aún si el crimen organizado y el narcotráfico continúa generando dolor y más migración hacia el norte y alertas en la comunidad internacional. En ese orden de cosas, comercial o migratoriamente, los ecuatorianos ganarían muy poco si se reanudan las relaciones diplomáticas con México en un gobierno de González, pero pierden la guerra con un EE. UU. que cada vez es más agresivo e impredecible. Menos mal que no hubo más temas internacionales puestos a debate. Otros pronunciamientos tan poco razonados como los que oímos ahondarían el abismo reputacional en el que estamos. El hipotecado será el Ecuador, por los años que vendrán. (O)