Ha ocurrido siempre en la Historia de la humanidad: a la llegada de un nuevo monarca, de un nuevo gobernante, los pueblos aspiran a vivir mejores días. Algunas veces esas esperanzas se convierten en realidades, otras, producen desilusión y, algunas, frustración. En los tiempos bíblicos, los hosannas, las exclamaciones de júbilo ante la llegada del redentor, se tornaban luego en el grito de “¡crucifícale!”.

El Ecuador ha sufrido tantas decepciones, sus antes pacíficas calles están ahora manchadas de sangre, sin que se note una acción fuerte, visionaria, efectiva, que pueda mejorar esta macabra realidad. Esta realidad hace casi imposible que haya inversión, creación de puestos de trabajo, prosperidad.

El destino, luego de esta aventura constitucional de la muerte cruzada, ha colocado al mando del Ecuador a un joven cuyas acciones futuras son difíciles de prever, solo podemos especular sobre ellas.

Se especula sobre alianzas en la Asamblea entre varios grupos políticos rivales, pero ya se producen disensiones entre ellos y aun en su interior; esto se ha hecho evidente sobre el posible enjuiciamiento a la fiscal que ha desatado una guerra verbal que hace ver la fragilidad de los presuntos acuerdos; el Gobierno se ha pronunciado en favor de la fiscal. Esta división va en paralelo con la encarnizada disputa sobre la Contraloría: cuando parece que, por fin, este proceso va a concluir reconociendo el puntaje más alto de uno de ellos, pues, se presenta, para impedirlo, el consabido recurso de protección ante cualquier juez; un invento constitucional que nos está llevando a la anarquía.

El presidente electo ha anunciado una consulta popular para modificaciones constitucionales. Si son parciales, probablemente no significarán una corrección de las fallas estructurales de la actual Constitución: continuará existiendo el Consejo de Participación Ciudadana y Control Social (CPCCS) y continuarán en vigencia estos recursos de protección que permiten que toda la administración se paralice, que salgan libres los que deben estar presos.

Los autores de esta Constitución la defenderán a ultranza y ellos siguen siendo el principal bloque de la Asamblea Nacional. El camino ordinario para hacer las reformas constitucionales es cuesta arriba. Vimos hace poco el fracaso de las reformas constitucionales propuestas por el presidente saliente, Guillermo Lasso: ninguna fue aprobada. Un fracaso similar del nuevo Gobierno le haría mucho daño a su prestigio y al país. El presidente electo ha mencionado la creación del sistema de justicia mediante jurados, como existe en los Estados Unidos. Eso existió en el siglo XIX y fracasó, porque dio lugar a la corrupción; hoy, en tiempos del narcotráfico y el crimen organizado, sería de imposible aplicación.

Por lo dicho, varios ciudadanos hemos apoyado la propuesta del doctor Simón Espinosa de derogar la Constitución vigente mediante plebiscito, es decir, por la misma manera en que fue aprobada, y quede vigente la anterior, la de 1998, actualizada. Se podría consultar para que la elección de legisladores tenga lugar en la segunda vuelta. (O)