El deseo de atender a todos de la misma manera y al mismo tiempo tiene su encanto. No obstante, resulta peligroso y erróneo. Peligroso, porque el trato homogéneo tiene en sí la semilla de la injusticia y despierta resentimientos. Erróneo, porque sus consecuencias a corto plazo son la ingobernabilidad.

La idea de hacer todo de modo similar y al mismo tiempo (homogeneidad) proviene del modelo fabril, que contagió su entusiasmo a otras esferas como las de las políticas públicas. Pero la homogeneidad, es decir dar un trato “idéntico” a todos sin considerar sus condiciones, trae más dificultades que bienestar.

Así, por ejemplo, si una empresa decide subir el salario “homogéneamente” a todos en un 10 %, aquellos que ganan sobre los $ 3.000 acrecentarán su beneficio mensual en $ 300; mientras que en la misma empresa aquellos que cobran $ 450, solo se beneficiarán con $ 45. De tal forma que la medida homogénea de aumento salarial resulta ser una medida que profundiza la desigualdad social y quiebra las relaciones sociales.

Los términos igualdad y homogeneidad parecen ser sinónimos; mas no lo son. La igualdad es un concepto político que alude al derecho de acceder a bienes sociales y a tomar decisiones en asuntos que afectan a un entorno. Mientras que la homogeneidad es un término operacional que se refiere a un trato exacto o idéntico para todos los miembros de un grupo, independientemente de la condición que lo caracterice.

Así, si bien hombres y mujeres somos iguales en el derecho de participar en asuntos que nos afecten y tomar decisiones, es injusto que las mujeres embarazadas sean tratadas de manera homogénea o idéntica a un hombre joven, en pleno uso de sus capacidades físicas. Para diferenciar tales sutilezas es necesario identificar las condiciones sociodemográficas y económicas que rodean a cada grupo humano y área geográfica de un territorio. En una ciudad, si su Municipio crea impuestos “homogéneos” para todos los barrios. los sectores más deprimidos contribuirán proporcionalmente con más recursos que las zonas más desarrolladas de una urbe.

Para evitar la injusticia de las medidas homogéneas se requiere más que buenas intenciones. Cada instancia debe analizar la composición socioeconómica de su organización, empresa o zona geográfica. Con datos certeros, es importante que los grupos que toman decisiones calculen los impactos de cada una de las medidas.

Entonces, ¿cómo actuar? Para incidir positivamente en un territorio están las medidas de “acción afirmativa” o de “discriminación positiva”, dos herramientas políticas útiles en tiempos de inconformidad social, pobreza y violencia. Para implementarlas se requiere más que voluntad política, conocimiento técnico económico y social, así urge tomar decisiones inteligentes y diferenciadas.

Esperemos que en meses venideros prime la razón y quienes gobiernan el país y sus instituciones tomen decisiones sabias basadas en el análisis de las condiciones de vida que rodean a los ciudadanos. Pues, si bien todos somos iguales, no merecemos un trato homogéneo, sino un trato diferencial, en función a las circunstancias específicas que nos rodean. (O)