La dirigencia indígena de Cotopaxi, encabezada por Leonidas Iza, destapó sus cartas el viernes anterior ante las autoridades del Ejecutivo y del Legislativo. Ocurrió durante la “Marcha de la Dignidad” convocada por el movimiento indígena, que concentró a delegados de las juntas de agua, de organizaciones de segundo nivel y del transporte comunitario.

Las cartas no son nuevas. Son las que promueve desde tiempo atrás y que representan su pensamiento y proyecto político, su forma de entender lo que debiera hacer el Gobierno, sea cual fuere este, y las cuales valida con dos estrategias comunicativas.

La primera es incluir en su discurso las razones constitucionales que dice amparan su accionar: los artículos 1 y 95 de la máxima norma del Estado, que hablan sobre la participación ciudadana y la democracia comunitaria. Bajo esos dos artículos plantea que las malas decisiones que tome el Gobierno –entiéndase las que él y sus seguidores consideren malas o las que no comparten– pueden ser corregidas a través del accionar del pueblo.

La segunda estrategia es la de confirmación discursiva, que se dio mientras mencionaba las partes más controversiales o las que sabe que necesita mostrar que tienen apoyo. Les pregunta a sus acompañantes para que le respondan con un sí o con un no, seguido de aplausos y ovaciones para él.

Es en ese marco que planteó los ocho puntos del mandato que entregó a las autoridades del Ejecutivo y del Legislativo, no sin antes insistir en el aporte del agro para la generación de la riqueza del país y no haber dejado desabastecidas las ciudades durante la pandemia.

De esos ocho puntos, hay que mencionar tres por las implicaciones que pudieran tener. El primero es su oposición a la elevación del precio de los combustibles, por lo que pidió la derogatoria de tres decretos y planteó una compensación que ató al tema del agua de riego y al del transporte comunitario.

El segundo es no recortar el presupuesto a las juntas parroquiales y al Consejo Provincial, por la cercanía que tienen con las poblaciones indígenas y rurales, y quitarle el dinero a la seguridad, concretamente no adquirir más armas, ya que –según dijo– se han gastado 100 millones en el último año, y que se rebajen los sueldos a los altos funcionarios –los que ganan más de tres mil dólares– a un salario básico que oscila entre los 350 y 400 dólares mensuales, para que el fondo que esto producirá se destine a proyectos para esos sectores.

El tercero es que las tenencias políticas no sean politizadas por el Gobierno, sino que las comunidades decidan ejerciendo la democracia comunitaria.

El resto de su discurso versó sobre los noes a la flexibilización laboral, al Fondo Monetario Internacional, a la explotación minera y a la privatización, así como al fortalecimiento del internet en los sectores rurales, precios justos a los productos agrícolas y protección a la producción interna.

No hay duda de que Iza probó su conocido libreto con las nuevas autoridades. Ahora falta ver cuánto tiempo ganó y cuántos posibles aliados, sobre todo si la gasolina no deja de subir. (O)