Los grupos criminales ya tienen una idea de cómo trabaja el Estado para afrontarlos y han mostrado que pueden volver a crear desesperanza...
Si no se dan respuestas integrales a estos temas, así como a los de desarrollo, educación y trabajo, solo se postergó un problema.
No es ninguna novedad que los microtraficantes atraigan a los chicos desde que están en el último tercio de la educación básica.
Los presidenciales deben hablar no solo de lo que dicen que harán, sino de lo que han hecho las agrupaciones que representan.
Las cárceles deben volver a manos del Estado, lo que, entre otras cosas, significa quitarles el poder a los reclusos y separarlos. Introducir tecnología para el
No puede permitirse que las fuentes tomen el control de la información, del relato. Eso convierte al periodista en cómplice y transcriptor.
Más allá de los riesgos de más violencia, ha ganado un poco de tiempo, que resulta valiosísimo.
¿No será hora de alguna reunión con la Corte Constitucional y la Corte Nacional de Justicia para tirar todos en la misma dirección?
No cabe duda, serán unos meses muy complicados, de mucho cálculo, para mirar quién obtiene mayor ventaja con miras a las elecciones del 2025.
En suma, la impunidad para RC es el tema central de su agenda y uno de los mayores obstáculos de gobernabilidad del Ecuador.
¿Podremos algún momento desarrollar esa capacidad de entendernos, de dialogar, de sanar las profundas exclusiones, que son de todo tipo?
Los encargados de ambas campañas ahora tienen el desafío de mirar cómo le sacan ventaja a lo ahí dicho.
El hambre, la ignorancia, la pobreza, la irresponsabilidad son muy malos consejeros y las consecuencias aún están por verse.
Y mientras las dudas sobre su accionar sigan, es difícil aceptar que, como ustedes dicen, la democracia va bien en el país.
La paciencia tiene límites y creo que la de mucha gente está al límite frente a tanto abuso al buen corazón de la mayoría de los ecuatorianos.
El dilema político que nuevamente quedará exhibido no es menor y es de difícil solución, especialmente cuando los ecuatorianos están muy vulnerables.
Estas historias, que muestran nuestra forma de manejar el miedo, dejan varias alertas.
Todos queríamos saber qué es lo que está pasando en la mayor cantidad de sitios.
Qué se está haciendo para controlar la inseguridad en las zonas alejadas de los grandes centros urbanos.
Quienes hacen incidencia en el debate público pudieran girar la discusión a cómo defender a los miles que están desprotegidos por la violencia.
Los mejores debates se dan con información. Sí, no es un país acostumbrado a la data, pero hay que provocar reflexión y ayudar a unir cabos para reflexionar.
Hablemos de política, pero dejemos de satanizarla, de opinar para polarizar. Hagamos el esfuerzo de buscar puntos en común e impulsemos eso.
No sé quiénes fueron esos compañeros de ruta, de algo más de 30 minutos, pero ese gesto, estoy segura, nos dio tranquilidad a todos.
¿Está ya nuestra clase política pensando en las alternativas para atender estos problemas? La respuesta la sabemos de sobra: no.
Lo que tiene que ofrecer el Ecuador es tanto. Y la gente tiene tantas ganas.
Para mejorar como país debemos ejercitar la capacidad de negociar y conversar.
Frente a este escenario vale la pena preguntar si acaso estamos presenciando el ocaso del socialcristianismo.
¿Estaremos ahora sí frente a una nueva clase política naciente poscorreísmo?, ¿cómo se redistribuirán el poder con la puja generada por el narcotráfico?
La crisis en varias de las redacciones alrededor del país es una realidad. Sin dinero es imposible que la prensa funcione. Además se necesita más seguridad.
Mientras menos atendamos estos grandes desafíos internos, más difícil será salir del lío en el que estamos.