Los ecuatorianos hemos sido testigos de un acontecimiento histórico, en el que los adultos mayores han dado ejemplo de liderazgo y entrega a la causa de la democracia y de los altos intereses de la nación. Según los datos del Consejo Nacional Electoral, el 15 % de los votantes en la elección del domingo pasado fueron adultos mayores. El concepto de patria, tan venido a menos en los actuales momentos, se reivindica con esta muestra de entrega al Ecuador.
Somos mil millones de adultos mayores en el mundo, con un grupo de impacto directo de dos personas por cada uno, lo que significa tres mil millones de personas. Seremos, según los datos oficiales de las Naciones Unidas, dos mil millones en 25 años (2050).
Somos más adultos mayores que niños naciendo, en lo que constituye una nueva realidad de las relaciones sociales mundiales. La revista Foreign Affairs destaca que la caída abrupta de las tasas de natalidad evidencia que el mundo está en el camino a la “despoblación”. El autor del artículo, Nicolás Eberstadt, sostiene que “el envejecimiento dramático y la infinita declinación de la población humana… marcan el fin de una extraordinaria era de la historia de la humanidad y el comienzo de un nuevo capítulo que la transformará en formas que las sociedades no han considerado y quizás no estén en capacidad de comprender aún”.
La pandemia nos afectó individual y colectivamente. Desnudó nuestra impotencia y nos enfrentó a todos los seres humanos a la muerte. El estudio de las consecuencias tomará muchos años en analizar, sin embargo, lo que sí podemos atestiguar es que afectó a los más vulnerables del planeta: las personas con discapacidad y los mayores adultos.
En el año 2021 comenzamos una campaña para promover la negociación de una Convención de las Naciones Unidas sobre los Derechos Humanos de las Personas Adultas Mayores, que permitirá promover y proteger la dignidad de mil millones de personas en un mundo que cultiva la discriminación por edad o “edadismo”.
En un momento en el que nuestras relaciones interestatales se caracterizan por el caos y la incertidumbre, optamos por seguir el camino del derecho internacional y la legalidad. En un mundo polarizado logramos unir voluntades para fijar un rumbo de diálogo y entendimiento. Precisamente, en un contexto en el cual se intenta fracturar la multilateralidad, se lograron acuerdos que miran hacia el horizonte del siglo, antes que las disputas y conflictos sin sentido.
El 3 de abril pasado, el Consejo de Derechos Humanos de las Naciones Unidas aprobó la resolución A/HRC/58/L.24/Rev.1, que establece un Grupo de Trabajo Intergubernamental para elaborar la Convención.
Este es un paso importante después de catorce años de lucha. No es el fin, sino el comienzo de una etapa en la que se negociará la Convención que protegerá la dignidad de vivir de esos miles de millones de adultos mayores, porque los jóvenes deben saber que, si tienen suerte, envejecerán y que estamos preparando el camino a que lo hagan con dignidad, en un mundo que privilegia la inequidad y la discriminación. (O)