“La filosofía nunca ha dejado a un hombre inocente sin un acompañante en su camino”. Acusado injustamente, Boecio escribió esta frase en su obra La consolación de la filosofía en el año 523, mientras aguardaba prisionero en una celda su juicio y eventual ejecución, la cual ocurrió al año siguiente. La consolación que Boecio encontró en sus últimas horas provino de la filosofía, el antiguo arte de conocer y conocerse a sí mismo, actividad que ejemplifica la capacidad del individuo para elevarse por encima de las frivolidades del mundo y ser verdaderamente humano. Como Boecio lo expresó en otro lugar de su libro: “El hombre se eleva por encima de la creación solo cuando es consciente de su propia naturaleza. Pero cuando la olvida, se hunde más abajo que las bestias. Pues es natural que los otros seres vivos sean ignorantes sobre sí mismos, pero en el hombre eso es un defecto”.

¿Es otra sociedad?

Aparte de ofrecer consolación en nuestros momentos más oscuros, existe una miríada de otras razones por las cuales la filosofía es importante para nuestro mundo. En su esencia, la filosofía consiste en el riguroso análisis y clarificación del propio pensamiento humano. El filósofo no da nada por sentado, sino que con espíritu crítico investiga las presuposiciones que usualmente se dan por ciertas en búsqueda de la verdad. En una metáfora célebre usada por Nietzsche, el filósofo golpea con un martillo a los ídolos que la sociedad adora irreflexivamente, para comprobar si están huecos o no. El ejercicio filosófico, por lo tanto, no solo tiene un efecto terapéutico, sino emancipador: libra al hombre de la superstición y el pensamiento de rebaño. Solo una persona pensante es verdaderamente libre.

La espada de Damocles

En Ecuador, sin embargo, el estudio de la filosofía es prácticamente inexistente. Rara vez esta es impartida en las escuelas y pocas son las universidades que la toman en serio. En Ecuador impera la tiranía de lo práctico: solo el conocimiento que puede traducirse en dólares tiene valor. No hay nada de malo en aspirar a ser un buen profesional, pero si esa es la única ambición que uno tiene en la vida entonces uno no es muy distinto a las hormigas: marchando en fila, yendo y viniendo del hormiguero sin parar hasta el día que mueran. Lo que hace que la mente humana sea distinta a la de las hormigas es justamente su potencial de ver más allá de los problemas y quehaceres del día a día. Si esa capacidad no es celebrada y cultivada, entonces habrá una parte de nuestra propia humanidad que estará atrofiada.

Por último, la filosofía trae consigo un beneficio al tejido social en general. Y es que una sociedad compuesta por personas que sepan pensar es una sociedad que difícilmente se dejará engañar por las mentiras y charlatanería del demagogo de turno. Qué distinta sería la historia ecuatoriana si nuestros ciudadanos le hubieran dedicado la misma cantidad de tiempo a reflexionar y cultivarse a sí mismos que al fútbol y los chismes de farándula. Esperemos que las futuras generaciones por fin entiendan que Sócrates tenía razón: la vida que no es examinada no vale la pena ser vivida. (O)