¿Aporta algo hablar contra la soberbia? Infinitos libros, en todas las culturas y en todos los continentes, han advertido cuán dañino es este… ¿mal? Una tendencia tan universal, tan arraigada en los seres humanos, que persiste a pesar de que centenares de religiones y éticas la han condenado, es probablemente que tenga una explicación y un sentido dentro de la economía de la especie y de la vida. Pongámonos de acuerdo en qué es soberbia. No debe confundirse con la vanidad, que es la pretensión de ser admirado y estimado por la posesión de bienes o dotes personales sin importancia o que, pudiendo ser importantes, se poseen en proporción exigua. La palabra misma proviene de vano, con significado de hueco. Tampoco es lo mismo que orgullo, que es la satisfacción por la posesión de virtudes que lo llevaron a la realización de hechos notables, por los que mereció honores y recompensas.

La democracia fatigada

Mientras la vanidad es desdeñable, es admisible pensar que el orgullo es legítimo. Pero ambos son dos formas de alto aprecio de sí mismo situadas en la pendiente que lleva a la soberbia. Esta palabra viene del latín super, que está sobre algo. Es una convicción de superioridad, es creer que se está sobre todo el mundo, que se sabe más y sobre todo se puede más. La superioridad siempre tiene expresión en un poder, puede ser físico, económico, político, religioso y cultural; en síntesis, aquel que es capaz de hacer que alguien obedezca es poderoso. Quien haya logrado cualquier situación de privilegio, se sentirá orgulloso y resbalará indefectiblemente hacia la soberbia. Dependiendo de su inteligencia, formación, personalidad y circunstancias, demorará más o menos en la rodada hacia los abismos de la altivez, del engreimiento y de la arrogancia, manifestaciones frecuentes de la pasión que analizamos.

El soberbio, a medida que su poder aumenta, incrementa su desprecio por el resto de la humanidad. Deja de escuchar a los consejeros que no comparten todos sus criterios, hace de menos a las leyes, persigue a quienes predican contención. Simultáneamente valora a los aduladores, a los que no le contradicen, a los que justifican sus desafueros. Al final quiere ignorar la realidad que no cede a sus delirios, entonces estamos ante un cuadro patológico y la caída es inevitable. Ha sucedido tantas con empresarios, líderes religiosos, directivos académicos; en fin, con todo tipo de personas que han accedido a una posición de poder, especialmente con políticos y gobernantes cuyo campo es nada menos que la autoridad soberana, ¿a qué se parece esta palabra?

El cambio de paradigma

Así podemos considerar que la soberbia es un sabio diseño psicológico de la naturaleza, creado para evitar la concentración de mando y control en manos de una sola persona, lo que impediría que surjan nuevas opciones, ideas y posibilidades que hacen posible el desarrollo social. La diversidad es la clave de la evolución, del mejoramiento. Por eso las sociedades más ricas y equitativas son las que permiten más iniciativas. Para el propio bien de los dirigentes y de las naciones o entidades que dirigen, sería ideal que cada mañana se despertasen repitiendo “solo sé que nada sé”, dispuestos a oír y a entender. (O)