Qué no daría yo por tener una fracción del talento de Eugène Delacroix, para poder pintar el segundo episodio del tan conocido cuadro en el que una bella mujer, que representa a la diosa Libertad, con el busto desnudo y con la bandera de Francia en la mano, precede a una multitud que avanza sobre un amontonamiento de cadáveres. Sus seguidores encarnan las distintas clases sociales, el personaje que personifica a la burguesía parece ser un autorretrato del pintor.

La semana de Macron

En mi hipotética secuela la deidad caería herida de muerte y sus seguidores mirarían aterrorizados. El mundo hoy se ve así, horrible siglo XXI en el que la libertad no ha parado de retroceder. Particularmente en este año hubo señales inquietantes del derrumbe del ideal republicano.

Los vacuos términos izquierda y derecha resultan más obsoletos que nunca.

Hemos nombrado a Francia. Allí la semana pasada el electorado se escindió en tres pedazos, ninguno de los cuales puede lograr mayoría para “hacer gobierno”. El comunismo populista del Nuevo Frente Popular, el fascista Reagrupamiento Nacional y Juntos, la ultracentrista coalición del presidente Macron, tienen opción de poder en ese orden, aunque el tercer grupo está alejado de los dos primeros. Increíble que un país con la historia de Francia termine entrampado entre dos extremos totalitarios. Los partidos republicanos y liberales otra vez fallaron en dar al pueblo una opción acorde con los tiempos, en toda Europa se han convertido en una versión aguachenta de la socialdemocracia. Ese es del caso de España, donde el Partido Popular acaba de cortar los leves lazos que tenía a nivel regional con el fascista Vox, a propósito de un tema migratorio menor y en lugar de plantear una solución propia, proactiva, ha plegado a las posiciones del socialismo gobernante.

Partidos políticos, una necesidad

Los vacuos términos izquierda y derecha resultan más obsoletos que nunca. No son “ultraderechistas” partidos como Vox y el Reagrupamiento Nacional, sino directamente fascistas. Son xenófobos, nacionalistas, proteccionistas, autoritarios, dirigistas, conservadores y para ser perfectamente mussolinianos solo les faltan las estructuras corporativas, que nunca tuvieron gran importancia. Además, los dos movimientos mencionados han dado un paso que los ratifica en esa condición, al abandonar en el parlamento europeo el grupo Conservadores Reformistas, que se autocalifica de “centro derecha”, para pasarse a los Patriotas por Europa, fascistas encabezados por Viktor Orban, actual primer ministro de Hungría y presidente ocasional del Consejo de la Unión Europea. Entonces no es nada sorprendente que se alineen con el mayor líder fascista europeo, hablo de Vladimir Putin. ¿Que no? Revise los rasgos del fascismo que enumeré antes y dígame si el dictador ruso incumple alguno, además de practicar un expansionismo agresivo muy nazi. Si les faltaba la característica más crítica del fascismo del siglo pasado, el antisemitismo, el gobierno ruso se alía con el mayor enemigo de Israel, el Irán de los ayatolas. Simultáneamente, el exagente de la KGB, se frota las manos al ver que su amiguete Donald Trump marcha cómodo en su vuelta a la presidencia de EE. UU. El mundo no está loco, sino que ha perdido el sentido de la ética... que a lo mejor es lo mismo. (O)