El psicólogo social Solomon Asch estudió la reacción de un individuo en un entorno donde la mayoría impone la opinión. Para ello, ideó un experimento en el cual un grupo de actores se reunió en un cuarto e invitó a una persona inocente (desconocedora de los detalles de la reunión), que se llamó sujeto del experimento.

El investigador preguntó al grupo sobre el tamaño de una línea dibujada en un papel. El grupo de actores contestó primero y dio una respuesta “claramente falsa”; al final, la persona inocente opinó luego de escuchar las respuestas erróneas. ¿Qué pasó? El experimento tuvo diversas aplicaciones, y entre sus conclusiones Asch descubrió que solo el 23 % de las personas mantenía una opinión verídica a pesar de la presión del grupo; el 72 % se sumó al menos una vez a la mentira y el 5 % se dio por vencido y sucumbió a la opinión grupal.

Reflexiones preelectorales

De ahí que saber quiénes nos rodean resulta crucial. Pues los corruptos pueden unirse, pero, adicionalmente, el grupo corrupto puede desestructurarse y sus miembros mentir a favor de otro bando. Ningún corrupto es fiel. Pero el trabajo de Asch se volvió más interesante cuando generó un cambio en el experimento e incluyó a más personas inocentes. Ahí descubrió que una persona lograba mantener su opinión si al menos otro individuo lo respaldaba. De tal manera que el apoyo a la verdad, aunque sea con un pequeño gesto de solidaridad, puede mantener el resquicio de dignidad.

La guía educativa contra el autoritario (II)

Si bien un entorno corrupto y corruptor reduce la posibilidad de que sobreviva la honestidad, Asch comprendió que, si el inocente tiene incluso una persona que comparte su opinión, ese pequeño respaldo puede ser la reserva de virtud que un entorno necesita.

(...) si el inocente tiene incluso una persona que comparte su opinión, ese pequeño respaldo puede ser la reserva de virtud...

Hay espacios donde los grupos delincuenciales son mayoría, se agrupan, intimidan, hostigan y ponen en peligro la salud mental de toda la estructura. Hace unos días, la Fiscalía General del Estado denunció que Diana Salazar fue amenazada, al tiempo que el Gobierno manifestó el respaldo total para la funcionaria. Sin embargo, nada garantiza la tranquilidad emocional de la servidora y de sus allegados.

Si a Diana Salazar (que tiene un entorno que la protege y una vida relativamente cómoda) la inseguridad toca a su puerta y amenaza lo más preciado, ¿qué pasa con el resto del país? La gente común también requiere protección; las familias de las personas que fueron asesinadas en diversas partes del país y barrios enteros demandan que el Estado actúe.

Volvamos al trabajo de Asch, de 1958. En aquella época, el científico manifestó su preocupación sobre la actitud de la sociedad; en sus palabras dijo: “La tendencia a la conformidad en nuestra sociedad es tan fuerte que los jóvenes –razonablemente inteligentes– están dispuestos a mentir… Y eso plantea interrogantes sobre nuestras formas de educación y valores”. Es decir, Asch nos convoca a que las instancias sociales profundicemos la decisión de actuar con honestidad para que vuelvan los días donde nos sentíamos seguros y confiados de vivir. (O)