Se publicó hace unos días que Perú había destinado en el 2024 cerca de 13.300 millones de dólares a inversión pública; que sus reservas internacionales continúan a un nivel de 29 % del PBI, “el nivel más alto de Latinoamérica”. Su inflación es bastante baja. En cuanto a crecimiento se publicó que en el 2024 superará a las economías de Uruguay, Brasil y Chile. Perú está por inaugurar un superaeropuerto y tiene un puerto privado con una inversión de cinco mil millones de dólares. Es, pues, un referente de conducción y estabilidad económica.
Ante esto surge una idea muy sencilla: repliquemos en el Ecuador lo replicable de Perú. En Argentina, con valentía, el presidente Javier Milei avanza con medidas muy duras pero de calificados resultados: está bajando la inflación, ya no hay déficit presupuestario, etc.
Aquí tenemos una especial habilidad para destruir instituciones (Emelec, un buen ejemplo); algunos políticos luchan y luchan por captar instituciones relevantes; algunos grandes cargos son especialmente apetecidos, pues mal ejercidos sirven para perseguir enemigos. La justicia es regularmente el plato fuerte.
Me parece que algunos políticos (o muchos) no entienden que lo mejor que puede pasar es que la justicia sea realmente independiente. Así se libran de ser perseguidos. Las violaciones a los derechos humanos ya nos han costado múltiples condenas en la Corte Interamericana.
Cerramos el año con la desaparición de cuatro niños pobres cuyo único “error” fue caminar solos. Qué casualidad que aparecen cuatro cuerpos quemados en una zona de difícil acceso al poco tiempo de la desaparición y no muy lejos del cuartel militar. ¿La desaparición hubiera sucedido respecto de niños bien vestidos que caminaban en una zona “chic”?; ¿los hubieran golpeado? El famoso video que se presentó en la Asamblea dejó en claro que los niños no asaltaron a nadie y que un par de perversos golpearon a dos de ellos en la camioneta.
La llamada “clase política” debe tener un código mínimo: el compromiso de no perseguir a los enemigos políticos, no hacer pactos con oscuros intereses, ser frontales en sus posiciones y desterrar la corrupción. La indefinición y el cálculo político exagerado pueden arruinar la credibilidad de los políticos y de los partidos.
Nuestros medallistas y diplomados olímpicos son un buen espejo en el que debemos mirarnos todos: han llegado lejos a base del esfuerzo y la honestidad.
La vida es una sola. Siempre tenemos oportunidad de cambiar para bien. La familia es el núcleo de la sociedad, claro. Pero la familia que no es maltratada. La familia que tiene un norte claro. Y ese norte se construye con amor, con paciencia, con fe, con fidelidad.
El Ecuador necesita del esfuerzo de todos. De la Asamblea Nacional, del ciudadano común, del político. El desafío es de todos. Y es irrenunciable.
El Ecuador quiere ser mejor. Logrémoslo juntos con fe, trabajo y sensatez. El 2025 nos espera. ¡Feliz año a todos los seres de bien! (O)