En varias columnas he resaltado la necesidad de buscar consensos internacionales sobre las drogas que inundan el mundo y cuyas repercusiones han deteriorado significativamente la seguridad en Ecuador y en otros países.

Si hay algún tema en el cual todos los ecuatorianos coincidimos es en la necesidad de enfrentar las raíces del problema que desangra nuestra sociedad y que impide que podamos salir a la calle sin poner en riesgo nuestras vidas. El temor se impone en cada esquina y en cada barrio del Ecuador, sus habitantes tienen pánico cuando aparecen motos y carros que llevan asaltantes y asesinos. La solución no está en las manos de nuestros valientes policías y militares, sino que está en las capitales de los países productores y consumidores. El Ecuador no es ninguno de los dos.

Es imperativo que la Cancillería del Ecuador lidere una iniciativa de política exterior para enfrentar este problema en toda su magnitud. No es sencillo. Se deben diseñar estrategias internacionales para promover una discusión global sobre el tema de las drogas, que arribe a consensos que se plasmen en acuerdos vinculantes y logren soluciones concretas.

No es aceptable que mientras en nuestras ciudades y campos se asesinan, con casi total impunidad, no haya conciencia de que esta violencia se debe a la expansión del cultivo de coca en Colombia y Perú para satisfacer la demanda de millones de consumidores en otros países, que además nos aleccionan y nos predican lo que debemos hacer.

Colombia acaba de romper el récord histórico de cultivos al alcanzar 230.000 hectáreas en 2022, casi 13 % más que en el 2021. No solo es materia de superficie cultivada, sino de un récord de producción que se acerca a las 1.800 toneladas. Todas estas cifras son estimaciones del Sistema Integrado de Monitoreo de Cultivos Ilícitos de las Naciones Unidas.

La Cancillería deberá actuar, independientemente del gobierno que termina o que comienza, con iniciativas de Estado, demostrando un liderazgo diplomático profesional que genere consensos que vayan más allá de las declaraciones altisonantes y sin resultados, sino que permitan acciones creativas, multisistémicas, y que comprometan a todos los actores estatales y multilaterales para lograr acuerdos de alcance global.

Este complejo problema tiene que analizarse desde todas sus perspectivas, ya que involucra no solo a múltiples países, sino a millones de consumidores y cientos de miles de proveedores. Es imperativo que el Servicio Exterior ecuatoriano lidere la búsqueda de soluciones, analizando con todas las entidades del Estado y de la sociedad nacional e internacional este problema global. Comprendida y delineada una hoja de ruta, deberá convocar a consultas a todos los Estados involucrados a una negociación vinculante que será la única solución posible al problema de las drogas.

No se puede seguir pensando que las mismas soluciones aplicadas durante décadas traerán la paz social y el fin de la violencia. Han fracasado y seguirán fracasando. Necesitamos liderazgo y nuevas iniciativas. (O)