Daniel Kahneman, Premio Nobel de Economía 2002, conocido por su contribución a la investigación de la psicología y la economía, murió el 27 de marzo pasado. Fue un académico cuyos estudios permitieron comprender mejor la toma de decisiones en los campos de la economía, la medicina y, especialmente, la política.

Su libro más destacado y que resume sus investigaciones se intitula Pensar rápido, pensar despacio. Desde su presentación, provocó una discusión sobre el conductismo y la forma en que tomamos decisiones los seres humanos.

Caducidad

Su aporte para analizar la toma de decisiones que pueden provocar crisis nacionales o internacionales fueron motivo de amplio análisis, ya que presentan una teoría pionera sobre los modelos de decisión sustentados en nuestras emociones y razonamientos.

Los seres humanos, sostiene el autor, tenemos un cerebro que define dos umbrales del proceso de decisión. El primero se relaciona con nuestras emociones y es inconsciente, automático, rápido y no demanda mayor esfuerzo. El segundo sistema es el racional, que se caracteriza por ser más pausado, más pensado, consciente, lento y que demanda mayor esfuerzo.

Las narrativas paradójicas

Estos dos sistemas se complementan o se enfrentan en el proceso de decisión, en todo contexto humano, lo que pude significar la diferencia entre el error y el acierto. Podemos equivocarnos si pensamos rápido y tomamos decisiones con base en nuestras emociones, cuando debíamos haber pensado despacio, o al revés. Esta teoría abarca todo el universo humano, pero debido a las limitaciones de espacio, me concentraré en lo político.

Pensar rápido, pensar despacio explica en mucho por qué los políticos y los publicistas, entre muchos otros, logran sus objetivos mediante estímulos visuales y auditivos, que provocan emociones y apartan a las personas de procesos más detallados de razonamiento y verificación de datos.

Dichos estímulos intentan seducir al sujeto y llevarlo a la satisfacción inmediatista, muy cotizada en el mundo hiperacelerado de hoy. Gratificación instantánea es el lema de las emociones, no importa la generación a la cual pertenezcan. Esa búsqueda lleva muchas veces a decisiones erradas que tienen tremendos costos para el aparato social nacional o global. Con la misma facilidad que eligen al líder por la mañana, pueden cambiar para destronarlo por la tarde.

La política polarizada que impera hoy se caracteriza por el predominio de las emociones proyectadas por las redes sociales anónimas, que dan rienda suelta a los instintos más básicos y al imperio de la falsedad sobre la verdad.

Es mucho más fácil aceptar lo que demanda menor esfuerzo, que lo pensado y racionalizado. Es mucho más conveniente para los políticos apelar a los sentimientos, creencias y emociones, que presentar una programación pública que demanda esfuerzo y sacrificio.

Es el gran dilema de la democracia de hoy, en que se debaten dos corrientes contrapuestas, la de los crédulos en los ofrecimientos mesiánicos y los estadistas que presentan opciones razonadas con base en la realidad. Kahneman nos ayudó a entender esta realidad. (O)