Una reciente investigación demuestra cómo el régimen de Correa no tuvo empacho en ocultarle al país el real número de muertes violentas ocurridas durante su nefasto gobierno. El trabajo se sustenta en las propias estadísticas producidas por el correísmo durante su larga administración, y plantea serios cuestionamientos que exigen una investigación. Para algunos, esta podría ser una de las tantas mentiras que caracterizaron a ese régimen y a sus líderes. El Sr. Glas, por ejemplo, al ocultar los sobornos por parte de Odebrecht con el cuento de su tío o al presionar para que se produzca el fraude electoral de 2017. Igual cosa hizo Correa cuando ocultó el hecho de que la sentencia contra este Diario no la preparó el juez o cuando dilapidó mil millones de dólares en aplanar un terreno donde dizque se iba a construir una refinería; o cuando permitió solapadamente que en nuestro territorio se instale un campamento de terroristas; o cuando forjó que había una conspiración para asesinarlo; o dijo que metía la mano en la justicia para independizarla para hacer lo opuesto. En fin, la lista de mentiras es interminable.

De la corrupción y otros demonios

Sin embargo, la mentira sobre el origen de más de siete mil muertes ocurridas en su gobierno tiene implicaciones extremadamente graves. Ese ocultamiento forma parte del más oprobioso capítulo de nuestra reciente historia: el haberle permitido al narcotráfico que ingrese a nuestro país y se instale en nuestra sociedad de una manera efectiva. El pacto del correísmo con el narcotráfico y el crimen organizado, al que se le llegó a entregar hasta el control sobre las cárceles, ahora sabemos, no fue tan sigiloso. Ahora conocemos que desde el día uno ese pacto costó miles de vidas de compatriotas, muertes que han seguido creciendo a medida que la lógica económica de los carteles ha ido cambiando. Pero la desfachatez del correísmo no termina allí. El cinismo de esta gente llega a su cima cuando se pretende utilizar como eslogan de campaña electoral el que supuestamente durante los años de su gobierno el Ecuador era un ejemplo de paz social. Es una campaña a la que recientemente se ha subido Julian Assange. En efecto, en el portal de WikiLeaks recientemente se publicó un supuesto reportaje en el que se habla de cómo el Ecuador de Correa era un huerto de paz y de cómo recién ahora se ha convertido en un narco-Estado. Buena forma de Assange de pagar los favores que le hizo Correa en su momento. Nada dice ese reportaje, ni nada dijo Assange en su momento, de la brutal persecución que implementó Correa contra los periodistas ecuatorianos ni con respecto a la ley mordaza.

País decapitado

Hoy la campaña publicitaria de que el país vivió años de paz social durante el correato se ha desplomado. Es lo que pasa con todos los engaños. Pueden funcionar por un tiempo, pero no para siempre. Y es lo que está sucediendo con la fiscal general, la campaña de mentiras contra ella comienza a endurecerse a medida que llega el día del absurdo juicio político al que la ha arrastrado buena parte de la clase política ecuatoriana. Una sarta de mentiras a las que se le quiere dar el velo de información, pero que al igual que aquella de que fuimos una nación de paz, se irán diluyendo. El afrodisiaco aroma del poder lleva a los dictadores de vocación a vivir de mentiras. Hasta que la realidad los vence. (O)