Con preocupación he observado como en nuestro país la palabra “empresario” se está empezando a usar indiscriminadamente para todas las personas que hacen negocios, incluso en aquellas que buscan únicamente perseguir intereses personales y obtener beneficios propios y a quienes utilizan prácticas cuestionables o ilegales, distorsionando la percepción pública y alterando su verdadero significado. A diferencia del verdadero empresario, que es un agente de cambio que contribuye simultáneamente al progreso social y económico de su comunidad.

Vale recordar que la palabra “empresario” se deriva del latín prehendere, que significa “atrapar, tomar”, y se vincula con el término francés entrepreneur, que significa “pionero”. Este término refleja la esencia de la actividad empresarial: asumir riesgos, comprometerse y crear valor para la sociedad. Un verdadero empresario no solo arriesga su patrimonio para beneficio propio, sino que lo hace también para el bienestar colectivo.

Sobreendeudados

Los seudoempresarios son personas que se presentan como empresarios, buscan aprovecharse del sistema, evadir responsabilidades y buscar atajos al margen de la ley. El empresario auténtico, muy al contrario, construye con integridad y genera riqueza para todos a su alrededor.

Los verdaderos empresarios crean en el marco de la ley empleos formales, invierten en sus colaboradores para que sean mejores, innovan y buscan estar a la vanguardia en prácticas de gestión que los mantengan competitivos y sostenibles en un entorno de constante cambio. Su misión incluye entender a sus clientes, conocer sus expectativas y ofrecer soluciones que mejoren su calidad de vida. Como bien afirma Richard Branson, fundador de Virgin Group: “Los verdaderos empresarios están motivados por el deseo de crear algo que marque una diferencia en la vida de las personas”.

La historia de Ecuador está llena de cientos de ejemplos de aquellos empresarios que han transformado comunidades a través de proyectos y empresas, generando desarrollo social y económico. Han enfrentado desafíos internos y externos, dejando una marca positiva en la sociedad. Siempre dispuestos a brindar su generoso contingente y actuar con agilidad en las crisis como la pandemia, el terremoto de Manta, entre otras. Y han mostrado gestionar con eficiencia y eficacia aeropuertos, puertos, carreteras, provisión de agua potable, entre otros servicios que se les ha concesionado.

Los verdaderos empresarios alcanzan un merecido éxito económico, ganado con esfuerzo, trabajo inteligente y persistencia.

Los verdaderos empresarios siempre han mostrado a través de la historia crear prosperidad desde el bien. Por eso, es fundamental reconocer como empresarios a quienes realmente lo son. Y ante la crisis energética que vivimos, la reflexión más urgente es que ha llegado el momento de darles el espacio que merecen, brindándoles incentivos, libertad y reglas claras para que participen activamente en la solución de los grandes problemas nacionales, donde el Estado ha demostrado ser absolutamente ineficaz. ¡No podemos permitirnos ignorarlo si realmente queremos avanzar! (O)