La queja de un padre de familia en redes sociales, que su hijo tiene dos maestrías y no consigue trabajo, me motiva a comentar sobre consideraciones que deben hacer los centros de educación superior, especialmente públicos, que se han encapsulado, alejándose de los motivos mismos de existencia de la universidad latinoamericana, de preparar a juventudes para que se proyecten con conocimientos a un futuro personal mejor y al mismo tiempo suplan las necesidades de la sociedad y el Estado. Por otra parte, los maestros y alumnos han permitido este agotamiento cultural, olvidándose de principios que han regido a la universidad desde la reforma universitaria de Córdoba, de autonomía universitaria, para que esta pueda desarrollarse científica y humanísticamente sin intervención política externa y reformas permanentes para que la universidad actualice a sus integrantes día a día con mejor investigación cultural y científica.

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Pero esto no ha acaecido, si la universidad ecuatoriana no se proyecta, el Estado debe no solo entregar fondos públicos, sino coordinar que los fondos vayan en beneficio de los ciudadanos en conocimientos que sirvan para el desarrollo nacional. Así es como universidades siguen graduando abogados que el país ya no necesita. Que solo ingresen los mejores graduados de los colegios, que no tengan antecedentes penales, y así optimizar la calidad profesional y moral de la profesión. Digo que la universidad no está a la altura de los tiempos, necesita revitalizarse, modernizarse, sigue sin investigación notoria, y esto no es de ahora, en la década de 1950 nunca se permitió el funcionamiento del Instituto de Ciencias Básicas, donde se pretendía preparar para enseñar a los profesores de Matemáticas, Física, Química, Inglés, etc., por la oposición de los sectores comunistas, y de algunos profesores, que enseñaban lo que les parecía bien y no de acuerdo a las necesidades de la ciencia.

Es posible mejorar la educación

Pero el problema mayor actual es que todas las universidades dictan maestrías, o titulaciones, en las que algunas no tienen buen nivel científico o titulan con pocas exigencias; gradúan jóvenes que van a tener dificultades en el desempeño profesional. Deben ser más exigentes en las examinaciones, que antes de titularse las universidades procuren convenios con el Estado y las empresas para una verdadera práctica laboral, remunerada o no, que los va a situar en un entorno real, donde formen hábitos de trabajo, responsabilidad, desarrollo de sus habilidades, destrezas, y cuando consiga trabajo, su empleador tenga garantía de que domina habilidades y conocimientos básicos y sea capaz de realizar sus funciones, además la convicción de que se ha esforzado por mejorar conocimientos. Hacerlo de otra manera es engañar a la juventud. Claro que hay profesionales de tercer nivel que, ensimismados, creen que no necesitan experiencia.

En Europa, algunas empresas califican a su personal según la experiencia, sin experiencia no lo contratan. Por eso convienen con universidades para formar profesionales, la empresa enseña la práctica y la universidad la teoría, así las empresas forman los profesionales que requieren y la universidad cumple con requerimientos de la sociedad. (O)