En el debate presidencial, a diferencia de los anteriores, en la retórica de los candidatos estuvo presente, de manera directa o indirecta, la inteligencia artificial (IA) como herramienta tecnológica que permitirá solucionar los graves y complejos desafíos que afronta ahora mismo el país. Temas de seguridad ciudadana, lucha contra el tráfico de drogas, modernización del Estado, asignación eficiente de recursos, entre otras cosas, estuvieron contactadas con el uso de máquinas que pretenden imitar al pensamiento humano en la resolución de problemas. La confianza en la IA fue tal que por momentos daba la impresión de que el Ecuador no está eligiendo a un presidente(a) de la República, sino a un ChatGPT en el que recae, en últimas, la responsabilidad de dar respuestas y soluciones a las demandas ciudadanas que se multiplican en una sociedad repleta de pobreza y desigualdad.
Sin desconocer la importancia que tiene la tecnología de la información dentro de la sociedad del conocimiento que define ciertamente una nueva forma de organización social y económica, lo cual se debe aprovechar de la mejor manera posible, no obstante, no cabe que las máquinas dominen al hombre, lo cual abriría un espacio de oscuridad y deshumanización apocalíptico. La gente, a diferencia de la IA, toma decisiones por sí misma, con base en el conocimiento de que dispone y el uso de su pensamiento crítico, lo cual las computadoras, por ahora, no pueden hacer con autonomía.
En este punto, en el país, si bien hace falta la incorporación de mayor tecnología para automatizar procesos y hacer más eficiente a la economía en general, lo que realmente se necesita, y con urgencia, es el uso del sentido común, que implica pensar y actuar de manera razonable y coherente. Empero, en el campo de la política, como suele decirse, el sentido común termina siendo el menos común de los sentidos.
Ahí tenemos a un presidente-candidato incumpliendo la obligación de pedir licencia sin sueldo mientras dura toda la campaña electoral, conforme lo determina la ley y lo exige a gritos la ética pública. Asimismo, la falta de sentido común (y una visión bastante pueblerina) nos lleva a sobredimensionar la importancia que realmente tuvo la asistencia del presidente Noboa a la posesión de Donald Trump. En los hechos, la región seguirá siendo el patio trasero de los EE. UU.; de ahí que el mandatario norteamericano afirmara: “Estados Unidos no necesita de América Latina...”.
IA en el discurso político: ¿innovación o populismo?
También la falta de sentido común está en el manejo de una economía en franca recesión que requiere, contrario a lo que hace el Gobierno y a las declaraciones de sus voceros, activar la demanda agregada, lo cual implica bajar impuestos para estimular el consumo interno; reducir las tasas de interés para alentar la inversión; sostener el gasto público como dinamizador de la economía y promover un sector externo dinámico, vía balanza comercial superavitaria.
Igualmente, la irracionalidad se hace evidente cuando se cree que la violencia y la lucha contra el narcotráfico y el crimen se alcanzan a punta de plomo y colocando bases militares extranjeras en el territorio nacional, creyendo aún en tutelas superiores. (O)