El país ha presenciado en estos días acuerdos en el Poder Legislativo entre la bancada de gobierno (ADN), Revolución Ciudadana y los socialcristianos (PSC), además de otras fuerzas políticas, para designar a las autoridades de la Asamblea Nacional, así como para la conformación de las distintas comisiones legislativas.

También hemos sido testigos de expresiones de líderes políticos y de actuales miembros de la Asamblea Nacional, de que no se van a prestar a cruzar las “líneas rojas”, que a criterio de estos no son posibles transitar por el bien de la patria.

Los pactos políticos entonces hoy en el Ecuador tienen límites autoimpuestos -líneas rojas- que, por cierto, son necesarios respetar en momentos de crisis como los actuales, en donde lo que debe imponerse es una agenda legislativa con un marcado pacto social y económico de por medio.

¿Y a que me refiero con un pacto social y económico? A lo que hago referencia es al consenso que debe existir entre los principales actores de un país para establecer medidas que orienten las políticas económicas y sociales de una nación. Dicho en otras palabras, un pacto social económico debe traducirse en acuerdo entre los diferentes actores sociales de un país, como el Gobierno, la Asamblea Nacional y otros grupos de interés, para trabajar juntos en la consecución de objetivos económicos y sociales comunes que deben necesariamente incluir medidas para mejorar el empleo, la educación, la salud, la vivienda y otros aspectos como, por ejemplo, la seguridad social, la seguridad ciudadana, el medio ambiente y la salud física y mental de los ecuatorianos.

Cualquier otro tipo de agenda: la del cálculo político para las elecciones del 2025; la del odio y persecución sin causa legal o jurídica alguna que la justifique; la que busca enriquecerse en los 16 meses que tendrán este gobierno y legislatura; etc., no deben ser aceptadas por los ciudadanos de este país ni por la prensa libre e independiente ni por ningún empresario o actor político social o económico decente.

En un país endeudado e inseguro como el que tenemos actualmente, sería deleznable volvernos a encontrar con un nuevo y penoso circo legislativo que fue el que tuvimos con la anterior Asamblea Nacional. Ojalá que la actual legislatura, presidida por Henry Kronfle -hombre de empresa y hábil negociador político-, no caiga en ese marasmo de indignidad, pobreza intelectual y corrupción que fueron los detonantes de la muerte cruzada.

Le auguramos el mayor de los éxitos tanto al presidente de la República, Daniel Noboa, como al actual presidente de la Asamblea Nacional. El primero con poca experiencia política pero con el ímpetu de querer hacer las cosas correctas, y el segundo, sagaz e inteligente, que puede ayudar a abrir un espacio de diálogo serio, cordial y permanente con el Ejecutivo con el objetivo de que se aprueben las reformas legislativas y económicas que necesita el país durante este corto periodo presidencial. El país no renacerá por los pactos políticos, sino con agendas sociales y económicas comunes que permitan sacarlo de la penosa situación en la que se encuentra. (O)