La semana pasada escribí un artículo “excavando una salida”, que ha provocado múltiples comentarios. Algunas organizaciones exploran cómo realizar algo de lo sugerido. Están en marcha sin aspavientos; con tenacidad.

Un comentario público en X de Carlos Vera, periodista a quien respeto y escucho, dice entre otras cosas: “tan necesario como irreal”, “el país está colmado de buenas propuestas sin ejecutores ni estrategas”. Estoy de acuerdo con que faltan actores aglutinadores, moralmente creíbles y capaces de tender puentes. El país se parece a varios rompecabezas con las piezas mezcladas y nadie busca armar por lo menos uno. Cada uno se dispara en aquello que le parece urgente, que no siempre coincide con lo importante, o en lo que le trae más réditos políticos, aunque eso pase por el insulto y la difamación de sus adversarios.

Tiempos de oxímoron

Sin embargo, como sociedad hemos conocido y puesto en práctica muchas sugerencias nacidas en los encuentros de Cusín, en distintas mesas de convergencia, que reunían y reúnen a diferentes, en condiciones que permiten el diálogo sin interferencias. El diálogo no quiere decir coincidencias, en el mejor de los casos supone búsqueda a pesar de las diferencias.

El libro Cómo resolver problemas complejos de Adam Kahane ilustra de manera fehaciente experiencias concretas en las que la capacidad de escuchar y hablar cuidando las palabras provoca la construcción de soluciones comunes a las que nadie puede sustraerse. En problemas tan complejos como enfrentamientos armados o crisis políticas devastadoras. Es un libro inspirador porque comparte casos históricos en los que el autor participó. Por eso creo firmemente que es posible, pero requiere condiciones que no son objeto de este artículo.

La reflexión de Vera, que agradezco, me obligó a ahondar, me hizo pensar en el valor de las palabras. Quizás ese es uno de los roles de los que tenemos el privilegio de escribir en un periódico o utilizarlas en los diferentes medios de comunicación o redes sociales.

Las palabras no son asépticas, producen resultados, evocan hechos, sentimientos, acciones. Son creadoras, pueden ser devastadoras, son frágiles y todopoderosas. Pueden ser armas o bálsamos, caricias o bombas. Ahora que nos miramos menos, hipnotizados por los celulares, son portadoras de esperanza cuando llega un mensaje esperado o antesala de una guerra cuando se leen chats cifrados y secretos.

El éxito profesional del abogado

Y son transmisoras de ideas. Como las semillas de las plantas. Produce admiración el esfuerzo que estas hacen para producir semillas, en las que interviene el clima, insectos y una multitud de condiciones que hacen posible su aparición. Es una aventura muchas veces truncada el que logren su cometido. ¿Cuántas hay en una papaya? ¿Cuántas alguna vez se convertirán en un árbol? Muy pocas. Y sin embargo cuando una germina tenemos otra vez el mágico proceso de una planta con muchas papayas.

Lo mismo sucede con cada uno de nosotros, millones de espermatozoides intentando fecundar un solo óvulo y aquí estamos nosotros, todos resultados de ese milagro y a la vez ese desperdicio aparente.

Por eso seguiré hasta que me sea permitido, produciendo palabras que llevan en su universo de sonidos y signos el germen posible de una nueva realidad. (O)