China y Rusia siguen reforzando su alineamiento estratégico y dan forma, profundidad y velocidad a la “asociación sin límites y sin áreas de cooperación vedadas” que sellaron en 2022, a 20 días de la invasión de Ucrania. En su reciente visita, Putin y Xi se reunieron en Harbin, que alberga uno de los centros de investigación militar más importantes de China y clave para vehicular la cooperación militar bilateral. Rusia prestará ayuda para que China pueda modernizar y duplicar –o triplicar– su arsenal nuclear en los próximos 10 años.

Imperio imperialista

Esta realidad nuclear que está emergiendo será extremadamente difícil de gestionar para EE. UU. y, más, para una Europa que apenas es consciente de la amenaza existencial que le acecha. La competición, rivalidad y posible confrontación simultánea en diferentes teatros con dos adversarios nucleares con inmensas fuerzas convencionales no tiene precedentes.

El letargo estratégico euroatlántico está condicionado por errores de interpretación como caracterizar la relación entre Moscú y Pekín como un “matrimonio de conveniencia”. También se enfatiza la desconfianza histórica entre ambos países en varios frentes, pero estos son secundarios al objetivo estratégico que comparten: poner fin al liderazgo global de EE. UU. y a la hegemonía occidental.

Se acelera una ‘guerra fría’

Moscú y Pekín quieren forjar un mundo multipolar (léase, sin preeminencia de EE. UU. y sus aliados), y en este empeño pretenden embarcar a América Latina y al llamado Sur Global. Cuando hablan de “preservar la justicia en el mundo”, es a ellos a quienes tratan de seducir. Si embargo, lo que Putin tiene en mente es doblegar a Ucrania y reformular el equilibrio de poder en Europa. Y Xi pretende un nuevo orden a la medida de los intereses de Pekín.

También se enfatiza que Rusia se está convirtiendo en un vasallo económico de China, algo más peligroso para Moscú a largo plazo. Esta idea se reitera con el ánimo de que se aleje de Pekín. Sin duda, China está sacando provecho de la debilidad y necesidades rusas. La penetración comercial china es probablemente irreversible y eso incluye que el yuan sea la divisa de referencia en la relación bilateral.

Pero esa no es la visión del Kremlin. China no solo es para Putin la mejor garantía en su cruzada contra Ucrania y Occidente, sino que percibe, acertadamente o no, su relación en términos de igualdad. Por tanto, la participación china en sustitución de Europa es bienvenida y más aún por cuanto el Kremlin interpreta que no entraña riesgos políticos. Ni territoriales mientras conserve su capacidad de disuasión nuclear.

Además está el factor humano. Putin y Xi se han reunido más de 40 veces en la última década. Ninguno de los dos se ha reunido más con ningún otro dirigente extranjero. Conviene asumir, pues, que ambos han forjado una relación de genuina confianza mutua, sustentada en el alineamiento de intereses.

Insistir en que Europa y EE. UU. han “arrojado a Rusia a los brazos de China” resulta no solo erróneo analíticamente, sino contraproducente estratégicamente. La relación entre Moscú y Pekín tiene su dinámica propia y ningún incentivo que puedan ofrecer Bruselas o Washington cambiará el rumbo actual. (O)