¿Ya sabe por quiénes va a votar para la conformación de la nueva Asamblea? Sííí, hay que volver a conformarla en las elecciones del 20 de agosto venidero; y, dadas las circunstancias de cacicazgo y voto en plancha que se repetirán en las urnas, lo más probable es que antes de fin de año el nuevo ente legislativo esté nuevamente sorprendiéndonos con sus acciones y decisiones ante el país.

¿Hay forma de cambiarlo? Esta vez no, porque las reglas electorales y el método de asignación de escaños son los mismos de la elección de 2021, que dio como resultado esa Asamblea que fue cesada con la muerte cruzada por el presidente Lasso, con la justificación de que “no dejaban gobernar”.

¿Se quiere cambiar esa forma de elegir? Los partidos y movimientos políticos dudo mucho que quieran hacerlo; impensable para agosto de 2023, porque el planchazo en los diferentes distritos electorales les facilita el colocar una figura conocida y empujar para que logre la mayor cantidad posible de escaños, que podrían significar luego una bancada, que por sí sola, o con los aliados y los desafiliados del mismo día del arranque legislativo, den al caudillo la mayoría con la que presiona cargos, recursos, aprueba leyes, afianza las reformas buenas y malas de un presidente, si es de su propio nido, o entorpece la de otro que no reciba órdenes directas, hasta lograr someterlo.

Dadas así las cosas en estas elecciones flash, en las que a punto del cierre de las inscripciones las miradas se concentran en los variopintos candidatos presidenciales, con sus armas, multidiplomas y empalagosas lealtades puestas por delante, inevitablemente el destino parece marcar con luces de neón “repetición”, lo cual no debería ya extrañarnos, porque corresponde a las decisiones que tomamos a través del voto en una serie de reformas que se aprobaron con aclamación desde Montecristi 2008, cuando el país decidió darle por repetidas ocasiones un cheque en blanco a una tendencia que ejecutó obras prometidas para “cien años” o múltiples trabajos de remediación “definitivos” que hemos visto flaquear en un invierno como el actual, que según la ciencia es apenas el telonero del que viene, el de un nuevo fenómeno de El Niño.

Muchos de estos temas se han discutido abundantemente al menos en el periodo democrático desde 1979.

Dicho todo esto, reflexiono por enésima vez: ¿somos en realidad más víctimas que beneficiarios de la democracia? ¿O es nuestra democracia, plagada de caciques y dueños de partidos, la que nos tiene atados al subdesarrollo y a seguir buscando al mesías, cada cuatro años o menos, como ocurre ahora? ¿Sigue siendo coherente que se hable de libre elección, pero con voto obligatorio? Y entonces, ¿es el imperio de las mayorías –llevadas a votar solo por “el papelito”– al que debemos someternos quienes vemos más allá y pensamos en un mejor país para nuestros hijos?

Muchos de estos temas se han discutido abundantemente al menos en el periodo democrático desde 1979. Vuelven a aflorar cada vez que existen elecciones generales, presidenciales y legislativas, especialmente. Lo doloroso es que siguen ahí sin que se logren decisiones profundas. Ahí se los dejo, para bregar juntos por el soñado cambio. Porque el único que pierde es el que se rinde. (O)