Shhh…. No se puede ya hacer propaganda por tal o cual campaña porque desde la medianoche del jueves pasado rige el “silencio electoral”, aquel espacio de meditación y decisión que quienes se inventaron el esquema de elecciones por estos lares consideraron fundamental para el logro del voto consciente. Nada de publicidades ni entrevistas ni cobertura de actividades de los candidatos, que, en concordancia con ese concepto, ejecutaron sus cierres físicos de campaña ese mismo jueves, con reguetón y otra variada propuesta musical para que los que no iban a escucharlos al menos se acerquen a bailar.

Los “padres fundadores” de ese esquema electoral en el que le dieron tamaña importancia al período de “silencio” quizás no imaginaron siquiera que en el siglo XXI no habría ya amarras posibles para los datos y que se iban a desbordar y deambular por doquier gracias al avance de la tecnología, que rompió la barrera del emisor-receptor-mensaje para instaurar la nueva realidad comunicativa del todos-emisores y todos-receptores de cualquier barbaridad elevada a la categoría de contenido, sin haber pasado ni por un pequeño filtro de café, menos aún por procesos de verificación y contrastación.

Y los “nietos” políticos de esos “padres fundadores”, reunidos en Montecristi, allá por el 2008, no se tomaron la molestia de abordar el tema de las campañas políticas y actualizarlo en lo que a propaganda y difusión equitativa se refiere, lo que tampoco se hizo en las leyes posteriores a la Constitución que de ahí salió, porque a toda costa entonces se buscaba no incomodar al votante millennial, que estaba fascinado con la libertad más parecida al libertinaje que la internet les daba en la génesis de las redes sociales.

Shhh… No hablemos de eso, porque no ha dejado de ser antipático referirse a reglas de convivencia lógicas y sociales en el mundo digital. Sí, sin duda que es antipático y muy preocupante si a quienes más debe mirarse en ese tema son justamente quienes deben debatirlas y aprobarlas.

Pero entonces tenemos un ficticio fin de la campaña, cuando la realidad es que en redes sociales, como YouTube, X, Facebook, WhatsApp, Instagram y la apetecida TikTok (la de los centennials), la campaña sigue en ebullición y seguirá así hasta el mismo domingo 13 a las 17:00, cuando termine el sufragio y se consuma hasta el último mega que miles, quizás millones de dólares, han pagado para sembrar mensajes cortados, imágenes creadas con inteligencia artificial, noticias falsas y toda una gama de recursos, en especial audiovisuales que ya en otras campañas y sociedades

del primer mundo han logrado virajes de resultados. Para lo cual se aprieta el acelerador de publicaciones y se pauta sin reparos, aprovechando los vacíos legales existentes en la comunicación digital.

Escucho entonces “silencio electoral” y no puedo menos que reír. Es de las más burdas hipocresías sociales y democráticas decir que tal cosa existe, cuando a gritos se sigue batallando a través de la fibra óptica. Medios de reciente data y cuentas que se escudan sin escrúpulos tras nombres ficticios, y que actúan a vista y paciencia de todos, en un “vale todo”. (O)