Con los churos hechos y la ilusión destrozada, traicionada cual novia plantada ante el altar la mañana de su boda: así quedé, así quedamos miles de migrantes ecuatorianos el día de votaciones. Preparativos hechos: cédula en mano, confirmado el registro en el portal de voto telemático, visto el video informativo, leídos los correos de las embajadas recordándonos ejercer nuestro derecho y deber al voto el 20 de agosto. Llegó el gran día, solemne y con la cara bien lavada ante el ordenador (sabía que la cámara haría una identificación virtual: no es la primera vez que votaba telemáticamente), abrí la página, ingresé mi número de cédula y hasta ahí llegué: “Error. Existe un problema de red, por favor digite Ctrl+F5 o intente en otro explorador web, si el problema persiste contacte soporte al usuario...”. El problema persistió en todos mis aparatos y exploradores, hora tras hora, una y otra vez. Escribí al correo de soporte: “No se ha encontrado esta dirección”. Frustrada, tuiteé. Descubrí que no estaba sola, éramos miles los migrantes furiosos por la falla del voto telemático. Desde Madrid, Nueva York, Berlín y el largo etc. de lugares a donde nos ha catapultado la necesidad de abandonar nuestra tierra, un enorme coro lamentándose y exigiendo al Consejo Nacional Electoral hacer su trabajo: garantizar nuestro derecho al voto. Mintió (y culpó a la víctima) su presidenta, Diana Atamaint: el portal funciona perfectamente, recordamos a los migrantes que deben estar registrados para votar. Y volvió a mentir: Estamos solucionando el problema, hasta el final de la jornada electoral todos los migrantes registrados podrán votar. La realidad: 123.854 migrantes nos registramos para votar en estas elecciones, 51.643 (41,70 %) lograron ejercer su derecho al voto.

La periodista Janet Hinostroza intercedió por nosotros: “Los migrantes no pueden votar en el exterior. Un fracaso total el voto telemático. Me llaman y me escriben de EE. UU., España, Colombia. @DianaAtamaint y el @cnegobec tienen que responder por la violación del derecho a elegir de miles de migrantes”. Los consulados del Ecuador alrededor del mundo: silencio (todavía no se han solidarizado con el atropello al que fuimos sometidos los migrantes). La periodista Michelle Oquendo le recuerda al Estado que nuestro derecho al voto “está consagrado en la Constitución” (no es “un favor ni un regalo”) y pregunta: ¿Qué hará para garantizar el derecho de medio millón de migrantes cuya voz podría cambiar el destino de la segunda vuelta?”. Agradezco la intercesión de voces justas, pero a mí la segunda vuelta me descorazona: el mismo callejón sin salida de siempre. Yo quería votar el 20 de agosto, tenía el derecho “inalienable” de votar y decidir el destino de mi país (participar hasta para aceptar el fracaso). Soy migrante, vivo lejos, pero tengo derecho a decidir el futuro de un país que depende de nuestras remesas. Soy migrante, pero Ecuador es el país de mis padres, mis abuelos, mis sobrinas, mis hijas. Soy migrante y me duele que la prensa del país que me acoge señale a mi hogar natal como “el más violento de la región”. Soy migrante, pero sueño con un país al cual volver. (O)