Aunque formalmente la campaña electoral para las elecciones generales arrancará en enero de 2025, el Ecuador ya vive los inicios de la campaña electoral.

Me refiero a la designación de algunos candidatos, al anuncio de algunos movimientos políticos de que buscarán la Presidencia con candidato propio; me refiero a que algunas decisiones oficiales ya tienen cálculo político. Y otras legislativas también.

Si bien la vocera oficial del actual Gobierno ha aclarado que el presidente no se encuentra en campaña electoral (lo cual, formalmente, es correcto), la realidad es que, a estas alturas, cada decisión será medida de cara a las elecciones, pues resulta natural y evidente que esta corta presidencia debe ser más bien la plataforma para captar la Presidencia en 2025 y, por qué no, la reelección en 2029. Nadie llega al poder para soltarlo teniendo la posibilidad legal de mantenerlo por ocho años más.

Lo que ocurre es que, para que ello suceda, va a ser indispensable que la gestión del gobierno de Daniel Noboa, en este corto periodo, sea buena, o al menos que el electorado la perciba así. Y si en los nueve meses que faltan para las elecciones el Gobierno no logra reducir ostensiblemente los niveles de violencia en las calles, erradicar los cortes de energía y reactivar la economía, con la consiguiente generación de obra pública y nuevos puestos de trabajo, y mejorar, en algo al menos, el desastroso estado del sistema de salud pública que atormenta a los más pobres del país, va a ser muy difícil alcanzar el objetivo de mantener el poder.

Pero si lo logra, no tengo la menor duda que será el ganador de las elecciones. Y no habrá espacio para más candidatos en la tendencia.

Siempre he sostenido que el éxito electoral del correísmo en 2023 fue consecuencia del fracaso del Gobierno saliente. Que la votación obtenida, en gran medida, le llegó por haber sido de principio a fin la oposición radical y más visible al Gobierno; una suerte de voto castigo, que premia al opositor.

Y si el gobierno de Daniel Noboa no logra las mejorías que le permitan aspirar a ganar las elecciones, el efecto es muy probable que sea el mismo, esto es, un multitudinario voto castigo que premiará a sus opositores, y entre ellos, evidentemente, el correísmo es el más visible.

El problema del correísmo siempre será la segunda vuelta, y allí es donde los candidatos de la tendencia de centro derecha van a tener una oportunidad sí o sí, de captar el voto anticorreísta para ganar la Presidencia, como ya lo hicieron Guillermo Lasso y Daniel Noboa. Otra vez, siempre y cuando, la gestión de Noboa le permita llegar fuerte a febrero de 2025.

Todavía queda tiempo por delante. Habrá que estar pendiente de la gestión del Gobierno en los temas sensibles que bien le pueden valer ganar las próximas elecciones o perderlas, y, a su vez, las estrategias de opositores y competidores paraimpedirlo.

Lo cierto es que ya estamos en campaña y sin duda esto marcará los más importantes eventos del país en los meses venideros.

Seguiremos comentando. (O)