En Barcelona SC parece haberse instalado la idea de que para asumir la conducción del club es necesario haber sido futbolista, y si se es extranjero nacionalizado, mejor. Se trata de un error conceptual peligroso porque la dirección institucional, en estos tiempos modernos de cuantiosos ingresos, de negocios paralelos millonarios, de derechos de televisión, de relaciones internacionales con las organizaciones que dirigen el fútbol a nivel universal, regional o nacional, de constantes referencias a conceptos vinculados al derecho del trabajo, al estatuto del jugador, derechos de formación, tributación, marketing y merchandising (palabra anglosajona formada por merchandise o producto y la terminación ing, que designa acción), definido como un proceso incluido en la estrategia de mercadeo que tiene como objetivo aumentar la rentabilidad del producto y consiste en el conjunto de técnicas que contribuyen a potenciar las ventas y las ganancias en los comercios físicos y digitales.

Todo este amplio campo legal, administrativo, financiero, etc., exige una vasta preparación en varios campos de la actividad deportiva y humana. Para dirigir un club hay que poseer conocimientos en administración empresarial, lo cual es hoy materia de especialización universitaria.

Si quien posee tales conocimientos es un exfutbolista, bienvenido sea. Pero pensar que el haber calzado botines, respirado masaje, habitado un vestuario y pisado el césped es suficiente para sentarse a ordenar las múltiples actividades de una institución de la dimensión de Barcelona (esto vale para cualquier institución profesional) es un camino sin retorno al fracaso. El presente del ídolo del Astillero es la mejor muestra de ello.

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Pocos han sido los dirigentes que han sabido conducirlo con acierto en lo que va del siglo XXI, pero la peor parte de la tragedia, que lo ha llevado a una quiebra virtual, arrancó en 2015. Es cierto que el Titanic oro y grana ya venía con el casco debilitado cuando asumió José Francisco Cevallos, quien terminó de estrellarlo contra el iceberg. Una auditoría externa, con corte hasta el 30 de septiembre de 2019, reveló una deuda de $ 51′624.789 y un injustificado derroche de los fondos institucionales.

Vicepresidente del directorio de Cevallos fue Carlos Alejandro Alfaro Moreno, argentino de nacimiento, quien llegó a Barcelona en 1994. Se fue a jugar al extranjero en 1997 y volvió en 2000 para retirarse dos años después. La postulación de ambos en 2015 se basó en que, habiendo sido futbolistas, sabían lo que había que hacer para hacer de Barcelona un club de nivel mundial. El cuatrienio fue tormentoso y solo en 2016 Barcelona logró una corona.

Alfaro Moreno dejó meses antes su cargo para postularse a la presidencia y convertirse en el primer presidente canario nacido en el extranjero. Desde mi punto de vista su gestión puede considerarse un fracaso. Su experiencia de jugador activo ha servido muy poco a la hora de administrar e integrar un plantel competitivo. En Barcelona juega hoy cualquiera, sea nacional o foráneo; la deuda sigue siendo agobiante y se extienden contratos onerosos a mediocridades inútiles o a futbolistas jubilados. Pese a ello, Alfaro planea reelegirse (aún es una posibilidad), pero hay una oposición en la que se menciona como aspirante a la vicepresidencia a otro exjugador argentino, hoy nacionalizado. De ser así Barcelona parece que reubicará su sede, ya no en el barrio del Astillero sino en la calle Corrientes.

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No siempre fueron ingratas las elecciones de exfutbolistas para presidir clubes. En el mundo se recuerda siempre que Santiago Bernabéu fue un gran goleador del Madrid Football Club, más tarde Real Madrid. En 1943 fue elegido presidente y el que era un modesto club, bajo su conducción, llegó a ser votado como el mejor del siglo XX. Sus contrataciones fueron exitosas: Alfredo Di Stéfano, Ferenc Puskas, Paco Gento, Raymond Kopa, Canario, Luis del Sol, Rogelio Domínguez, José Santamaría y más.

Bernabéu construyó en Madrid el estadio que lleva su nombre y no solo saneó las declinantes finanzas de la entidad, sino que la llevó a ser la más rica del mundo. Bernabéu fue el primero y más famoso de quienes fueron futbolistas, técnicos y presidentes.

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Franz Beckenbauer es uno de los personajes célebres del universo futbolístico. Fue crack del Bayern Múnich, campeón del mundo con Alemania en 1974 y otra vez campeón como técnico en Italia 1990. Su gran papel en la conducción del club bávaro hizo que hoy sea su presidente honorario. Igual éxito tuvo Joan Gamper, fundador del Fútbol Club Barcelona y hoy al Benfica lo preside Rui Costa. Distintos fueron los pasos de Carlos Babington en Huracán de Buenos Aires y Daniel Pasarella en River Plate, manchado este último por conflictos y acusaciones que aún hoy se ventilan en los juzgados, además del descenso de categoría.

Dantón Suárez Pombar

Volviendo a Barcelona guayaquileño el primer exjugador que ocupó la presidencia fue Dantón Suárez Pombar, en 1929, cuando el club hacía sus primeras armas en nuestro deporte. En 1943 lo presidió Rigoberto Pan de dulce Aguirre, célebre arquero entre 1925 y 1941; luego asumió otra figura histórica, exdelantero del plantel, Wilfrido Rumbea León, quien se retiró luego de hacer un gol de taquito ante el Panamá para desempeñar la presidencia. En 1945 el centromedio torero era Federico Muñoz Medina, quien se retiró ese año y ganó la presidencia en 1946. Su tarea fue histórica.

Fichó a Sigifredo Chuchuca y a Juan Benítez y a fines de ese año llevó a Barcelona a los cracks juveniles del Panamá, a quienes sumó al milagreño Guido Andrade. Puso a todos bajo la dirección técnica de su hermano Jorge Muñoz Medina y ambos iniciaron el proceso que convirtió al modesto Barcelona en un fenómeno social idolátrico. Wilfrido Rumbea volvió a presidir Barcelona en 1952 y 1953 ya en la época del naciente profesionalismo. Rigoberto Aguirre Coello fue otra vez presidente en 1966 y logró el tercer título nacional de los amarillos en la historia.

Desde su fundación en 1925 los presidentes de Barcelona, símbolo popular, fueron caballeros guayaquileños nacidos o avecindados en el Astillero. En algunos casos provinieron de otros barrios, pero llevaban en su espíritu la caballerosidad, la nobleza y la honorabilidad que fueron virtudes de la gente del Astillero. Todo fue diluyéndose con el posmodernismo que nació con este siglo. Las sanas costumbres fueron olvidándose en la mayoría de los casos.

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Aquel orgullo que surgía del amor al deporte y a la divisa oro y grana que había nacido en un portal hasta convertirse en pasión popular fue desapareciendo. Llegaron a la institución como dirigentes sujetos ávidos de publicidad, de rentable acomodo político o de fortuna y el resultado es hoy deplorable.

Ojalá vuelvan los días, no muy lejanos, en que los presidentes eran caballeros de auténtica pasión oro y grana como Aguirre Coello, Rumbea León, Galo Roggiero Rolando, Carlos Coello Martínez, José Tamariz Crespo o Nicolás Romero Sangster y que los socios dejen de votar por los ávidos aventureros que amenazan llevar al gran Barcelona al basurero de la historia. (O)