Es el nombre de una tremenda película del 2003, con un elenco de primera: Sean Penn, Benicio del Toro, Naomi Watts, y dirigida nada menos que por el genial González Iñárritu, cuyo título se inspira en los experimentos conducidos por un científico norteamericano que un siglo antes intentó probar que el alma pesaba 21 gramos, al mesurar el cuerpo de pacientes moribundos.

También es el nombre de un restaurante ubicado en Puerto Santa Ana, cuyo menú, con una sección de comida tradicional, con algunas variaciones, nos promete que ofrece comida para nutrir el alma.

El sitio es muy agradable, bien decorado, con una hermosa vista al río. Al guayaquileño, y más aún al habitante de Samborondón, hay que recordarle que el centro existe, que Urdesa existe, así como la Kennedy y otros barrios tradicionales que guardan la identidad de la ciudad.

Guayaquil hoy es insegura, sin duda, pero no tanto como para encerrarse y privarse de vivir. ¡Tampoco es para tanto! Si los habitantes de Medellín o Bogotá en los años 80 o 90 se hubieran encerrado como hacen muchos guayaquileños, viviendo aquellos mucha más violencia que nosotros hoy, sus ciudades hubiesen muerto.

En todo caso, cenamos en 21 Gramos a las 20:30, y luego caminamos a la vera del Río durante una noche espectacular. Sanos y salvos.

21 Gramos tiene algunos platos interesantes en su menú. Pueden probar sus tacos. Uno de fritada y otro de seco. Usan un vehículo de la cocina mexicana con contenido totalmente ecuatoriano. La masa, de primera. El de seco viene con arroz, pollo, finos trozos de maduro, siendo la salsa de este taco el maravilloso jugo de nuestro seco. El de fritada, con el mismo concepto, aunque puede trabajarse mejor, como el taco del seco, con el contenido de un plato de fritada típico, mote, cebolla.

Como entradas tienen moro bites. Recomendado. En un solo bocado, con estas bolitas de moros han creado la experiencia de un plato muy típico de nuestra cocina, al modo de arancini italianos, empanizadas, de lomo, camarón, queso y pollo.

Pedimos también el chupe de camarón, pero falló totalmente. Este plato no lleva crema de leche. Ni como una variación era razonable la cantidad de este ingrediente en el plato.

El servicio en general no es muy bueno. Los meseros no prestan mucho interés por el comensal. Sin embargo, uno de ellos sí mostró una gentileza y profesionalismo fuera de lo común, y por su iniciativa trajo un segundo intento, que ya sin crema de leche parecía más un locro de camarón que un chupe.

Vale destacar que le daría una segunda oportunidad al restaurante, para probar más de su carta, por lo agradable que han intentado hacer el ambiente, por el intento de innovar y generar una carta con cocina tradicional y con confort food, y por la atención recibida por este salonero. 21 Gramos está ubicado en uno de los sitios más bonitos de la ciudad. (O)